La habitación era lúgubre. Los muebles que la adornaban eran pobres, casi miserables: una vieja mesa de pino salpicada de heces y orines; dos sillas desvencijadas; baúl de antaño; una mesita de noche y una tabla ancha clavada en la pared en sentido horizontal a modo de estantería en la que se hallaban simétricamente expuestas mierdas de perro en tarritos de cristal. Amo el coleccionismo. Cubrían sus roñosas paredes litografías de mujeres en pelotas que me servían de pretexto para masturbarme compulsivamente. La noche nos había ganado y nuestra única luz era el televisor que vomitaba anuncios del teletienda. Jacinta dormía y yo la observaba fascinado. Sin duda, su aprendizaje de hábitos de cuidado e higiene personal, había sido lento y extremadamente limitado. Estaba magnetizado con sus graciosos ronquidos, casi gruñidos salvajes, tal mamut malherido; deslumbrado del sube y baja que eran sus decrépitos pechos en su respiración agitada. Sucias pecas hepáticas relampagueaban por sus senos. Era propietaria de un rostro que ampliaba el significado de la palabra crueldad, hererdera de unas facciones de murciélago. Capturaba su aliento.Un aliento que desprendía un hedor insoportable tal jauria de perros en estado de descomposición. Robaba su boca. Quería secuestrarla para tenerla conmigo hasta el nuevo amanecer. Pero ella despertó, carnal y acaramelada. Se encendió un cigarrillo, anónima, gris y muda, absorta en lo cotidiano.
Colocaba meticulosamente las cenizas de su cigarro sobre una cucaracha de verano posada y aburrida en la mesita de noche. Al tomar conciencia del gesto, sintió algo de vergüenza.La sangre, le goteaba de su espantosa nariz, con esa textura tan fina, la viscosidad justa, el bermellón perfecto. Su cabello era un cometa que me embrujaba con su fragancia; hedor a laca emanaba de su mugrienta cabeza. Gafas grotescas, estrambóticas, cadenetas de plata sobre los pellejos arrugados, sus lorzas mórbidas, frías y blandas. Era carne de momia perfumada. Con una sonrisa socarrona me indicó que me acercara. Me regaló un beso. Y otro, y otro. Los piñazos de sus afilados pelos, que colonizaban aterradoramente su mostacho, fueron particularmente molestos.
Colocaba meticulosamente las cenizas de su cigarro sobre una cucaracha de verano posada y aburrida en la mesita de noche. Al tomar conciencia del gesto, sintió algo de vergüenza.La sangre, le goteaba de su espantosa nariz, con esa textura tan fina, la viscosidad justa, el bermellón perfecto. Su cabello era un cometa que me embrujaba con su fragancia; hedor a laca emanaba de su mugrienta cabeza. Gafas grotescas, estrambóticas, cadenetas de plata sobre los pellejos arrugados, sus lorzas mórbidas, frías y blandas. Era carne de momia perfumada. Con una sonrisa socarrona me indicó que me acercara. Me regaló un beso. Y otro, y otro. Los piñazos de sus afilados pelos, que colonizaban aterradoramente su mostacho, fueron particularmente molestos.
Nuestros labios quemaban de tanto besarnos y mis ropas aún conservaban sus puestos. El juego de lenguas y mordiditas era adictivo. Nos manoseábamos de forma frenética y maquinal, fría, anónima, con cierto grado de violencia y evidente falta de tacto. Jacinta empezó a besarme suave y ruidosamente las mejillas, acariciando mi exiguo pelo. No pude contenerme más y pasé mi mano por su cintura rubeniana, y bajé hasta sus velludas nalgas que eran flácidas como la gelatina. Ella me pasó sus brazos sobre mis hombros. Un insoportable hedor a sudor rancio desprendían sus peludas axilas. Nos miramos a los ojos, y nos besamos apasionadamente, como unos quinceañeros. Mi lengua exploraba su boca con ansiedad, descubriendo sus muelas podridas y carcomidas por la caries. Mordisqueaba su lengua. Ella me respondió con la misma pasión, nuestras lenguas se encontraron casi entrelazándose entre sí. Me paso el chicle que estaba masticando. Su sabor me era familiar. ¡Maldita cabrona!. No era un chicle, estaba resfriada. Nos levantamos de la cama entre toqueteos y lametones, que continuaron en el pasillo. Jacinta me comía el morro sin soltar mi herramienta, agarrándola con fuerza sobre mis pantalones, y a mi me faltaban manos para sobarla por todas partes. Que imagen más patética. Salimos a trompicones de la habitación y llegamos hasta el baño. Queríamos fornicar en el wáter, como en aquellas películas X que tanto había disfrutado de pequeño. Entramos al baño sin decirnos una palabra, empezamos a besarnos desaforadamente, me quitó la ropa con locura, me besó el cuerpo con pasión, puso su boca en nuevos lugares, y al instante estaba descubriendo mi mundo y yo sintiendo el suyo. Los dos estábamos cegados por la pasión del momento. Empezó a quitarme la camiseta y a besarme y morderme los pezones, con su mano tapaba mi boca para que los vecinos no oyesen mis gemidos.
Una aterradora ventosidad, mutiló aquel momento de pasión. Asustados, comprobamos como una decrépita anciana apretaba con esmero su vientre para vaciar el yantar podrido de sus entrañas. Era mi vecina del 5º 1ª.
-" Queréis dejarme cagar tranquila!"- gritó visiblemente irritada.
Una aterradora ventosidad, mutiló aquel momento de pasión. Asustados, comprobamos como una decrépita anciana apretaba con esmero su vientre para vaciar el yantar podrido de sus entrañas. Era mi vecina del 5º 1ª.
-" Queréis dejarme cagar tranquila!"- gritó visiblemente irritada.
Te has superado crack!.
ResponderEliminarAnastasio, siento decir que la visión de tu vecina del quinto me ha desagradado menos que la imagen que tengo ahora de tu amada Jacinta. Y no es de extrañar que del trauma, la pobre vecina, sufra estreñimiento de por vida.
ResponderEliminarjoder!! Se me acaba de indigestar el almuerzo!!!!
ResponderEliminarQue hartón de reír. Me imagino la dantesca escena y se me revuelve el estómago.
ResponderEliminarSublime.
ResponderEliminarParece algo estreñida la abuelita en cuestión....
ResponderEliminarGenial Tasio, GENIAL.Ni el mismísimo Torrente lo hubiera bordado mejor.
ResponderEliminarLloro con la risa. Que manera tan escabrosa de relatar los detalles.
ResponderEliminarDe cine¡¡¡¡
ResponderEliminarMadre mía! La pobre abuela está sacando hasta la vesícula. jajajajaja
ResponderEliminarComo de costumbre, genial el post.
Eres único!
ResponderEliminar¡ENORME MAESTRO!
ResponderEliminarjajajajajajajajaja Wuenísssssimo!!!!
ResponderEliminarSu talento es directamente proporcional a su ordinariez.
ResponderEliminarBuen post Don Tasio.
jijijiji que bruto es usted. Menudo susto!
ResponderEliminarEscatológico, gigantesco, soberbio!
ResponderEliminarCuanto romanticismo destila su artículo Don Prepuzio. Ha conseguido emocionarme...muah muah
ResponderEliminarSe parece a mi abuela......
ResponderEliminarMe he reído como un loco. Es usted un artista de la vulgaridad.
ResponderEliminarQue linda y cuanta simpatía me despierta su amada jacinta.
ResponderEliminarWE ♥ JACINTA.
ResponderEliminarAbsolutamente GENIAL.
ResponderEliminarMe recuerda a mi difunta suegra. La simpática señora de la foto, no su estimada Jacinta, por dios!!!!
ResponderEliminarCatedrático de la ordinariez. Una obra de arte Maestro.
ResponderEliminarJa Ja Ja que bueno este blog. Menudo descubrimiento ;)
ResponderEliminarPobre mujer....La anciana claro, jajajaja
ResponderEliminarGRANDE, Anastasio, GRANDE¡¡¡
ResponderEliminarMucho, Mucho!
ResponderEliminarBuenísima la entrada macho!
Apreciados amig@s,
ResponderEliminarSolicito un poco de respeto hacia mi amada Jacinta. Ella lo es todo para mí.
Anastasio, si tenemos que decirte la verdad, es que Jacinta nos da un poco de repelús, es un poco marranota, esa es la cruel realidad.
ResponderEliminar¿Pero qué virtudes les encuentra usted a Jacinta?????
ResponderEliminarSi posiblemente es mejor aparearse con su vecina del quinto.
jAJAJAAAJAJ, no hace falta que relate con todo lujo de detalles a Jacinta, que ya la conocemos....
ResponderEliminarLo del resfriado, genial.
Que grande!!!
ResponderEliminarMuy bueno Maestro. Lo del chicle-resfriado no tiene desperdicio.
ResponderEliminarBueníssssimo Maestro!
ResponderEliminarEl susto se lo debió llevar la pobre anciana!
Ja Ja Ja que bueno y escatológico a la vez!!!
ResponderEliminarLOL
ResponderEliminarK nivel!!!! jajajajaj
ResponderEliminarQuerido amigo, tu prosa poética es indescriptible por lo que tiene de sublime y etérea, la descripción de vuestro beso es una de las más bellas páginas que se han escrito en lengua castellana, cuando os besáis en un breve y terrible absorber del aliento simultáneo, esa instantánea muerte tan dulce y tan hermosa, rodeada de un silencio que solo el galopar de dos corazones desbocados rompe en el estallido tembloroso y profundo de dos cuerpos que en uno solo se funden. Me habéis hecho llorar.
ResponderEliminarGracias.
Ratifico las duchas palabras de Carlos galeón. Yo también me he emocionado.
ResponderEliminarMuy bueno, me saco el sombrero.¡¡¡¡¡¡OOOLÉ!!!!!!
ResponderEliminarGENIAL. Y PUNTO.
ResponderEliminarque fuerte! por un momento parecía que estaba describiendo mi casa! felicidades la history no tiene desperdicio (o si?)
ResponderEliminar¡Me cago en la puta!
ResponderEliminarGracias a la anciana del 5º1ª no sabremos como habría acabado este capítulo pasional con Jacinta...
Ostiaaa..El chicle no era un clicleeee...era un gapoooooooo puaaaagggggg
ResponderEliminarMr. Prepuzio, me tienes loca! jaaajaja
ResponderEliminar"¿comprovamos?" Tela, para quien se dedica a escribir relatitos. Pues nada, "comprovemos" la ortografía, amigos.
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