La
publicidad, junto a Dios Todopoderoso y Hacendado, es omnipresente.
La
eximia frase de Robert Guerin: “El aire que respiramos es un
compuesto de oxígeno, nitrógeno y publicidad”, ilustra que
el reclamo aparece, de forma recurrente e ineludible, como elemento
consuetudinario en todos los ámbitos nuestra vida.
Como contaminación ocular, polución ideológica, informativa o inoculación
visual, la publicidad, carburante ideológico del librecambismo, mancilla
nuestro amansado cerebro.
Dicha
ubicuidad hace que no reparemos en su pernicioso efecto puesto que generalmente
no prestamos a la propaganda mucha atención.
Pero
seamos conscientes o no de su presencia, ésta se propala hasta lo más recóndito
de la psique del individuo y ejecuta coerción psicológica sobre su voluntad mediante
la canalización interesada de las emociones, de los sentimientos, de los
deseos, de los temores.
El
individuo cree que actúa libremente, que gobierna sus dictámenes e ideas, pero
obra incitado por estímulos o impulsos inconscientes.
El
perverso papel de la publicidad es el del adiestramiento de las masas, el
vasallaje del hombre a los imperativos del consumo, y la manipulación y
sometimiento del ser humano a las grandes corporaciones.
El
culto al consumo irracional no puede dar como resultado sino un sujeto
manipulado, subyugado y cercenado por un mismo patrón de antemano planificado,
un individuo esclavizado sumisamente a los mercantilistas intereses de los que
poseen los resortes del poder de la publicidad.
Y es en la contienda por definir nuestra elección de compra
donde el mensaje publicitario se vuelve agresivo.
La incesante búsqueda de potenciales consumidores hace que la
publicidad precise constantemente de nuevas y pedigüeñas fórmulas para llamar
su atención y destacar sobre los productos de la competencia.
Una de ellas es la publicidad subliminal.
La publicidad subliminal es un trapacero e insidioso método, transgresor de toda norma ética, que utiliza arteras técnicas de producción de estímulos limítrofes con los umbrales de los sentidos o mediante la taimada utilización de mensajes que actúan en el subconsciente de forma imperceptible a todos los sentidos, pretendiendo influir en la conducta del público objetivo, con la finalidad de lograr la venta del producto.
Una de ellas es la publicidad subliminal.
La publicidad subliminal es un trapacero e insidioso método, transgresor de toda norma ética, que utiliza arteras técnicas de producción de estímulos limítrofes con los umbrales de los sentidos o mediante la taimada utilización de mensajes que actúan en el subconsciente de forma imperceptible a todos los sentidos, pretendiendo influir en la conducta del público objetivo, con la finalidad de lograr la venta del producto.
El mensaje está hábilmente encriptado
de forma que el individuo no es consciente de que está recibiendo publicidad de
un producto.
Un fotograma, totalmente imperceptible a
nuestra percepción sensorial visual, o un sonido que se oculta
en un estímulo auditivo son los claros ejemplos de tan adulterina práctica de neuromárketing.
Veamos un indecoroso y reciente ejemplo.
Como todos ustedes
conocerán, en el conmovedor y emotivo anuncio de este año de la Lotería de Navidad, cinco conspicuas
eminencias musicales del país, aúnan sus
voces para interpretar la vibrante 'Canción
de la Navidad', consiguiendo con éxito regresar al espíritu primigenio de
tan entrañables fechas.
Visualicen el siguiente vídeo.
(Absténganse enfermos cardiovasculares o quienes sufran ataques epilépticos fotosensibles).
(Absténganse enfermos cardiovasculares o quienes sufran ataques epilépticos fotosensibles).
En apariencia, este candoroso anuncio destila emotividad, ternura, apacibilidad.
Admítanlo, alguno de ustedes habrá tarareado con mayor o menor destreza la balada e incluso otros, habrán derramado párvulas lágrimas.
Presten
atención al siguiente fragmento del mismo anuncio. Si detectan o escuchan algo inusitado, escríbanlo
en una hoja de papel.
¿ Y bien ?.
Tonos cálidos, entrañable alumbrado por la luz de cientos de velas, emotivo soniquete de los Niños de San Ildefonso e incluso cegador centelleo irradiado por la nívea dentición de Miguel Rafael Martos Sánchez, Rapahel, pero ni rastro alguno de publicidad subliminal.
Procedamos a desenmascarar este reclamo publicitario.
Tonos cálidos, entrañable alumbrado por la luz de cientos de velas, emotivo soniquete de los Niños de San Ildefonso e incluso cegador centelleo irradiado por la nívea dentición de Miguel Rafael Martos Sánchez, Rapahel, pero ni rastro alguno de publicidad subliminal.
Procedamos a desenmascarar este reclamo publicitario.
Cualquier anuncio es proyectado a razón de 25 imágenes o
frames por segundo, exactamente el mismo número de fotogramas por segundo que un
ojo humano sano es capaz de retener. ( 18
imágenes para estrábicos y miopes ).
Conocedores de dicha limitación visual, las codiciosas
corporaciones utilizan innovadoras técnicas que les permiten exhibir sus
campañas de publicidad a razón de 100 frames por segundo, utilizando hábilmente las 75 imágenes no retenidas por el ojo humano para incrustar el producto que quieren vender.
Ayudados por una de los numerosas y gratuitas herramientas que el ciberespacio nos brinda, desmenuzamos por imágenes este fragmento, obteniendo el siguiente resultado.
Juzguen ustedes mismos.
Cabrones manipuladores...