viernes, 26 de octubre de 2012

COMO GANAR AL PIEDRA, PAPEL, TIJERA


Como las historias que se cuentan y pasan de generación en generación, los Juegos Tradicionales son unos entretenimientos que a lo largo del tiempo han pasado de padres a hijos.
Estos absurdos  pasatiempos, espontáneos, placenteros y tremendamente simplones, se realizan sin ayuda de juguetes tecnológicamente complejos. Se practican con el propio cuerpo o con recursos fácilmente disponibles en la naturaleza (setas alucinógenas, huesos de animales previamente degollados,  flores en peligro de extinción, etc.) o entre objetos caseros (cuerdas, bates de béisbol, enemas, dedales, consoladores, etc).
Uno de ellos, es el apasionante e injustamente menospreciado juego del “ Piedra, Papel o Tijera”.
Entiendo que todo el mundo conoce el funcionamiento de tan estúpido ejercicio, pero lo recuerdo para los más gilipollas. 
Esta grotesca distracción tiene tres obvios y posibles movimientos: piedra, papel o tijera. Cada uno de estos candorosos movimientos han de estar representados por una forma de la mano, puesto que con el pie, es extremadamente difícil. 
La ‘Piedra’: un puño cerrado, El ‘Papel’: todos los dedos extendidos, con la palma de la mano mirando hacia abajo, arriba o de lado, y la ‘Tijera’: dedos índice y corazón extendidos y separados formando preferentemente una "V", ya que la “B”, sólo está al alcance de unos pocos contorsionistas. Se juega en un electrizante uno contra uno. Se ponen puerilmente las manos a la espalda y se cuenta :-“1, 2, 3, piedra, papel o tijera, YA!”-,  y al mismo tiempo ambos oponentes sacan la mano de detrás de la espalda y la ponen delante, cada uno formando con su zarpa una de las tres esperpénticas figuras, gritando a capela lo que han sacado. 
El objetivo de este complejo juego es vencer al contrario eligiendo un arma superior: la piedra mutila la tijera, la tijera secciona el papel y el papel envuelve la piedra. Si hay empate se juega otra vez.
Es un mastuerzo y cavernícola deporte que en apariencia parece estar regido por el azar pero, al igual que el ajedrez, la estrategia juega un papel importantísimo. 
Podríamos afirmar que se trata no sólo de una soberana gilipollez, sino que es un juego de guerra, un arte, una exquisito deporte mental, una ciencia telépata puesto que fomenta la capacidad de adivinar lo que piensa el intrépido adversario. 
Según los estudiosos de esta disciplina, los varones tienen tendencia en sacar piedra en su primera jugada. Si se juega contra un macho es aconsejable sacar papel. Los decrépitos principiantes por otro lado, acostumbran a sacar lo que el adversario ha mostrado en la última jugada. Las hembras, suelen iniciar la partida mostrando las tijeras. Mirar los dedos del oponente es una estrategia interesante, pues éstos suelen estar tensionados de diferente forma dependiendo de lo que se tenga intención de sacar.
El post de hoy  NO  pretende convertir al lector en gran jugador, sino, en ganador de dicho juego. En pocas palabras: Ganar, cueste lo que cueste. Veamos las 5 técnicas para conseguirlo:

1ª-Técnica del gilipollas.
Es importante hacer creer al contrincante que estamos ideando un maravilloso y macabro plan. Risas maléficas antes de cualquier movimiento servirán, poniéndole nervioso y obligando a nuestro émulo a sacar una piedra en su jugada como instintiva reacción de defensa. 
Otra de las astutas fórmulas para distraer su atención son conversaciones vacías de contenido, pero a la vez, intimidantes. Eructar o murmurar sonidos inentendibles suele ser también un avispado método de despiste o engaño. Gestos obscenos e incluso mostrar una navaja u objeto punzante, pueden ser de gran utilidad.

2ª-Procedimiento del esputo.
Este taimado método consiste en escupir flemas sobre el rostro del rival, lo que propiciará que éste, instintivamente, se seque el salivazo con la mano abierta, momento en el que aprovecharemos hábilmente para sacar unas tijeras.

3ª-Táctica de la pesquisa.
En esta simple pero perspicaz táctica, contrataremos a un amigo para que se esconda sagazmente detrás de nuestro adversario, y ello, como es lógico, nos ayudará a adivinar el próximo movimiento de nuestro rival.

4ª-Fórmula del carnicero.
Pese a no ser aconsejable, por aquello del espíritu deportivo, esta fórmula consiste en amputar los dedos del contrincante. Es un método 100 % fiable, que allanará el camino de nuestra victoria, ya que su única opción en cuanto a movimientos será la piedra.

5ª- Maniobra del cambiazo. 
Si transcurrido un tiempo, y agotadas todas las técnicas anteriormente mencionadas, nos encontramos en desventaja numérica, quemaremos nuestro último cartucho: 'La maniobra del Cambiazo' tal y como se muestra en la foto de abajo, consiguiendo la confusión y posterior rendición de nuestro oponente:







miércoles, 17 de octubre de 2012

EL ANILLO DE COMPROMISO

Mis manos estaban sudando profusamente, tal hiena estresada, mi colesterólico corazón corría más rápido que el más veloz jinete de carreras y, sin embargo, la palidez de mi rostro contrastaba con mis enfermizas pecas hepáticas y el color rubicundo de mi parvo pelo.
Allí estaba yo, delante del mostrador de una joyería, dispuesto a adquirir una alianza de compromiso para Jacinta, atrozmente despavorido por la reacción de mis suegros.
El joyero entreabrió los ojos, y al verme sonrió, tal chimpancé en una montaña rusa, de esa forma tan dulcemente diabólica de los que saben detectar a los primerizos en esto de la alianza marital. 
Sus sucias orejas eran descomunales, sus ojos saltones, carentes de iris y pupila, y un severo acné le conferían un aspecto aterrador, horripilante, espeluznante. Tenía una fábrica de nieve artificial en la cabeza de la que caían abundantes copos de caspa.
-"Buenos días,,, ¿Puedo ayudarle?"- susurró con voz gutural .
Al abrir la boca, le quedaron varios hilillos de infecciosa saliva entre el labio superior y el inferior. 
Reteniendo la respiración, sin siquiera poder pestañear, con la fuerza justa para no caer desmayado,  contesté:
-“Busco un anillo de compromiso”-.
Su pequeña caja torácica estaba unida a la cabeza con ausencia de cuello. La única diferencia entre él y un sapo era el color de la piel.
-“ ¿Alguna idea?.¿ Anillo de oro blanco, plata de ley,,,?"-.
El aliento de ese desgraciado era como el que vomita una fábrica de comida para perros. Jamás nadie se había atrevido a besar aquella mugrienta boca.
-“ Lo más barato que tenga.”- afirmé con rotundidad pedante.
El mercader de alhajas me ofreció examinar un anillo a la luz del candil con su lupa, y titubeando agregó:
-“ Este anillo es de hojalata reciclada, pero su parecido con el oro blanco es asombroso,,,Cuesta 15 € y,,,”-.
-" Me lo quedo.-" afirmé con rudeza impidiendo que prosiguiera con su explicación.
Salí de la joyería. Fuera, en la calle, ya había anochecido hacía un buen rato. El viento soplaba con una fuerza inusitada, como antesala de una tormenta que estaba a punto de llegar. Me pasé la mano por mi exiguo pelo y la lengua por mis labios. Me encendí un cigarro y levanté la cabeza con aires de ganador. Exhalé el humo con gusto y dejé que el pitillo colgara lacio de mis labios. Sin duda, había realizado una gran adquisición.
Llegué a casa y me acosté, quedándome dormido en un profundo sueño.
Un aterrador destello, me despertó. Me quedé mirando esa luz, fijamente, con huroneo turbador. Vi como el esplendor centelleante crecía poco a poco. Acojonado advertí como la luz comenzó a tomar forma. Era una criatura espantosa, salida del inframundo. Su piel era arrugada, flácida y de un tono grisáceo. Una figura desnutrida con pocos pelos de un color entre blanco y gris en la parte trasera de su cabeza. Inicialmente creí que era la Duquesa de Alba.
Observé perplejo como al caminar se ayudaba de las manos y los pies como si fuera un grotesco primate.
- “ Mi tesoro”- susurró con voz afrancesada.
-“¡Me cago en la puta!”- exclamé contrariado. Era el jodido Gollum que había venido a robarme el anillo.
Avancé sigiloso, flanqueado por el bate de béisbol que hábilmente había usurpado de un Decathlon, aguzando los sentidos, escudriñando entre las sombras cualquier indicio de aquella presencia enemiga.
-“ Es mío”- chilló con denuedo aquella alimaña, lo que me alertó de inmediato. Me abalancé sobre ella, derribándola.
Enfurecido, empecé a apalearle con el bate. Su tibia sangre salpicó mi piel. Ni siquiera gimió de dolor. Cabrón.
Lancé el cuerpo por la ventana, esperando oír el impacto contra el alquitrán, y me acosté de nuevo. Imaginarme la cara de Jacinta al entregarle el anillo me tranquilizó. Me volví a quedar dormido.
-" Esh míoooooo, cabróoooon!"- exclamó una dantesca voz que me despertó por segunda vez.
-" ¡La madre que me parió!- grité mientras encendía la luz. 
Ahí estaba de nuevo aquel gusarapo, en postura defecadora, retándome. Cogí de la mesita de noche un abrecartas, y salté felinamente contra aquella criatura. Me enzarcé en una batalla cuerpo a cuerpo
Un golpe seco en su tórax, perforó su esternón y su ponzoñosa sangre inundó su boca. Magullado pero consciente, me incorporé, comprobando como Gollum exhalaba el último aliento
Lo enterré en cemento en el pequeño desván de mi apartamento. Escupí con rabia su tumba.
Extenuado, caí rendido a la cama, entrando en un sueño profundo.
-" Mi tesoro, hijo puta!"- vociferó una vez más la voz.  Unos ojos negros como el tizón, que contrastaban con una tez lechosa, casi traslucida en un rostro burlesco, me observaban subidos encima de una silla. 
-" No puede ser,,,"- susurré con desespero. Aquello era una pesadilla. 
Se desplegaron mis dientes, palpitando fuera de mis encías, clamando venganza.
Reuniendo las pocas fuerzas que aún albergaba, cogí el cuchillo que utilizaba para afeitarme y me abalancé contra él. 
Invadido por la furia, le apuñalé con violencia, hasta arrancarle la vida. Me arañaba la cara y los brazos en un baldío intento de desasirse de mi ejecución. Un par de lágrimas se escurrieron por sus dantescas mejillas mientras un farisaico ruego se escapó entrecortado entre gemidos. Sus latidos menguaron, y en un par de minutos yacía muerto entre mis brazos. Lo troceé en pequeñas porciones, para asegurarme de su deceso y lo lancé en el retrete.
Había terminado la pesadilla. El anillo sano y salvo. 
El corazón me palpitaba y la cabeza me daba vueltas. Me tumbé en la cama y me masturbé para tranquilizarme. 
-"No! Otra vez no!!!!,,,"-


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miércoles, 10 de octubre de 2012

¿ DÓNDE COÑO ESTÁS, JENNIFER?


Sí, soy capullo, un miserable ignaro, pero sin ti no soy nada, 
Una gota de lluvia mojando mi cara, 
Mi mundo es pequeño y mi corazón pedacitos de hielo,
Y es que con la jodida canción de Amaral me flagelo. 

No soy romántico
, no soy hombre si no estás, 
Las busco, pero no encuentro palabras para hablar, 
Lloro, mi perversa mente se nubla, pierdo la bondad, 
Mi pene mengua, soy mísero preso de mi incapacidad. 

Mi amor, mi cariño, mi apego por ti va más allá de la razón,
Custodiando con recelo nuestra malsana pasión en mi cabezón,
No me huyas, dime qué sientes por mí, no te quiero ningún mal,
Bien sabes tú, que por ti  me administraba un enema rectal.

Si mi grotesco mundo se llena de unicornios, de rosas, 
De vida,
de ositos amorosos, de luz y jodidas mariposas, 
Es sólo por el hecho de verte, de poseerte,
Jennifer,,,, es por la simple razón de tenerte. 

Sé que sólo eres una grotesca y sucia muñeca,
Pero tus azulados ojos me hacen olvidar la puta hipoteca,
Quisiera ser brisa para tus labios poder besar,
Y en momentos de soledad, tu púbico orificio perforar.

Quizás esta gilipollez
no tenga valor para ti, 
Tal vez prefieras joyas o algún rubí, 
Pero en cada letra se separa mi
enfermizo corazón, 
Y al juntarlas tendrás todo
, todo mi amor. 

Te has ido, has huido miserablemente como un conejo,
¡Cabrona! ¿ Te asustaste de mi cortejo?,
Mi devastadora calvicie añora tus suaves caricias,
La luz de tu sonrisa en mi mirada, tus brutales palizas.

¿ Jennifer, dónde coño estás?, ¿ Por qué te has escondido?,
No volverá a suceder, no te salpicaré con mi fluido,
Estoy cansado de buscarte, Jennifer sal de tu madriguera,
A Dios pongo por testigo, que no te pegaré como a una perra.








miércoles, 3 de octubre de 2012

LA DONACIÓN DE ESPERMA

Leía ( con ciertas dificultades ) recientemente un artículo en un periódico: " La donación de semen se considera un acto altruista para ayudar a parejas estériles. La legislación española  prevé una generosa compensación económica por las molestias y desplazamientos que deberá realizar el donante. Debido al auge que tienen en los últimos años las técnicas de reproducción asistida, en estos momentos en España existe mucha más demanda que oferta de donantes a poder ser donante de semen se deben cumplir muchos requisitos que hacen que el porcentaje de candidatos descartados sea muy alto. Los donantes no sólo deben tener una salud perfecta, sino que además deben tener un semen de gran calidad y unos antecedentes familiares en los que no aparezcan enfermedades hereditarias. En cuanto a la inteligencia basta con tener un cociente intelectual normal para ser donante. Es preciso ser una persona joven. La mayor parte de las clínicas admiten donaciones de hombres de entre 18 y 35 años, aunque por ley se pueden admitir donantes de hasta 50. Además es imprescindible no tener problemas de salud, especialmente enfermedades genéticas o infecciosas. Tampoco se puede sufrir ninguna enfermedad mental. Otro requisito importante es que no se pueden haber engendrado más de 6 hijos para poder realizar donaciones. Si se cumplen con las condiciones anteriores, se realiza una primera muestra de prueba para comprobar la calidad del semen. Se observa la concentración de espermatozoides por cm³, la movilidad y morfología. Además se realiza una prueba de congelación/descongelación de la muestra, pues no todas resisten este proceso". 
Aquel artículo del rotativo me hizo reflexionar.
Era obvio que no reunía ninguno de los requisitos, pero decidí llamar a cobro revertido a una clínica de reproducción asistida. Una decrépita recepcionista, con voz de camionero polaco, me informó que debía mantenerme en un periodo de abstinencia sexual de entre 4 y 7 días y presentar unas recientes analíticas de sangre. Acordé una cita para una semana después, pues necesitaba algo de dinero. Las exigencias eran una quimera para mí, así que decidí poner en marcha un perspicaz plan para cumplir las cláusulas. Decreté que la mejor forma para mantener la castidad durante una semana, sería enyesarme el pene con cemento dotado de atroces descargas eléctricas al ser tocado, puesto que para un individuo como yo, que se autoestimula una docena de veces al día, sería inviable no juguetear con mis genitales sin un brillante método como el que ingenié.
Posteriormente empecé a tejer un confabulación para presentar los análisis de sangre. Los últimos que me practicaron, recogían unos niveles de colesterol dignos del mismo Pavarotti, por no mencionar el rico ecosistema de enfermedades venéreas que colonizaban mi sangre. Pedí hora al médico de cabecera para que me realizara las analíticas. Seguro que encontraría algún niño que debería pasar una rutinaria revisión médica y me daría la oportunidad de realizar el 'cambiazo' del frasco de plasma. 
En el consultorio, enfundado hábilmente con una peluca para parecer más joven, descubrí que tengo malas venas para hacer puntería con una jeringa. No acertó la jodida enfermera, picándome en el brazo derecho. Después se desquitó, acertando en el izquierdo. Empecé a tiritar, notaba que mi presión bajaba, sudores repentinos,  los oídos empezaron a silbarme una melodía de Tomatete, la vista a empañarse. Eran los típicos síntomas de un pre-desmayo. Cuando empezaba a hablar lenguas muertas, descubrí a mi derecha a un sacerdote que estaba pasando por el mismo calvario, mientras abría y cerraba el puño. Ese era mi objetivo.
Tras la analítica, me encerré astutamente en los conductos de ventilación del ambulatorio, esperando a que éste cerrara. Emitía grotescos chasquidos bucales intentando imitar el sonido de los roedores, a fin de mitigar el aburrimiento. El calor era asfixiante, sofocante, opresivo. Me desmayé. 3 horas más tarde desperté hiperventilando. Seguro que durante el síncope me había tocado y el jodido cemento me había electrocutado. 
Miré los pasillos y las puertas. No había nadie. Todo oscuridad. La adrenalina y el nerviosismo corrían  por mis venas con ímpetu. Respiré entrecortadamente antes de aguantar mi respiración y lanzarme al suelo en forma de cruz. Me arrastré hacia el laboratorio. El contacto de mi pene enyesado con el parqué del ambulatorio, era particularmente molesto. Llegué jadeando, empapado de sudor.
En aquella sala reinaba una seguridad absoluta, ya que era allí donde se guardaban los frascos de sangre. Intenté forzar la puerta utilizando la tarjeta cliente de Mercadona, con estéril resultado. Lo probé con la ganzúa que llevaba conmigo, con exacto desenlace. Cabreado, decidí hacerlo con el método tradicional: hercúlea patada y rotura de cerradura. Entré en el laboratorio y me dirigí a la cámara frigorífica que custodiaba las muestras de plasma. En seguida pude descubrir la mía. Tenía un tono verdoso, y el moho había colonizado la ampolleta de cristal.
Efectivamente, un adhesivo rezaba. “Muestra 1934-N. Anastasio Prepuzio”. Escuadriñé toda la nevera hasta encontrar el frasco “ Muestra 2015-Z. Jezabel Usías”. Sin duda, aquella era la analítica del jodido sacerdote. Hábilmente cambié las etiquetas de los frascos y salí huyendo del ambulatorio.
Tres días más tarde, llegué a la clínica, dónde debía entregar mi muestra de ADN. Salivaba pensando en el material gráfico que tendrían a mi disposición para estimular y facilitar la recogida del esperma. Me imaginaba machacándomela con la portada del Playboy.
Tras examinar las analíticas y comprobar que éstas eran óptimas, el doctor me explicó como se procedía para la donación de esperma. -“ La técnica que utilizamos para extraer el semen es la llamada citoscopia”-.  Aquellas palabras me intranquilizaron. El cabrón del facultativo continuó con su explicación: -“ Con una sonda especial, dotada de un aspirador en su extremo, se introduce el citoscopio por la uretra hasta los testículos para succionar posteriormente el semen de la vesícula seminal. Es un método que nos permite que el esperma no se contamine.”-. Empecé a sudar, a emitir psicofonías en hebreo, y un atroz encogimiento escrotal se apoderó de mis testículos.
Antes que el médico me ordenara desnudarme, me despedí de él, con la firme promesa de llevarle una muestra de mi ADN, utilizando un método succionador, algo más casero,,,



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