Es mi hermano Godofredo. La suya es una historia de un niño de tez morena y sucia e inmundo y tiñoso aroma. El relato de un chiquillo inquieto, raquítico, enfermizo, con cara de porcelana, de corta inteligencia y estéril. Se crió entre polvo, droga, brotes de tuberculosis y sarna, ratas y un intenso olor a hedor, orines, basura y azufre. Vivía en una chabola hecha con tablones, latas y telas viejas. Entre montones de basura y barro, cerca del vertedero de Las Barranquillas. Mis padres lo abandonaron por feo. Un microcosmos dedicado a la venta de heroína y cocaína, un feudo dominado por clanes gitanos que se reparten el espacio y luchan de forma sigilosa y macabra, por hacerse con los clientes. Se dedicaba a la mendicidad y a los pequeños hurtos. Su cuerpo era tan débil como su mente. Un cerebro perturbado, enajenado, obsesionado con los símbolos fálicos. Tenía un ojo vago y la patología se le extendió por todo el cuerpo. Sobrevivió robando, pidiendo limosna, lustrando zapatos, vendiendo periódicos ó masturbando a desconocidos a cambio de unos céntimos. Era ludópata. En una ocasión entró en una frutería y pidió dos sandías y tres avances. Jugueteaba con sus propias heces, construyendo figuritas satánicas, como si de plastelina se tratara. Pintaba dibujos con el plastidecor blanco, pero nunca se metió un huevo Kinder por el culo. Pasaba el día de San Valentín creando perfiles falsos en meetic.com. Era un hombre que se iba a la cama con el beber cumplido, muy aficionado a cazar gamusinos. Mutilaba sin piedad su escroto. Sin duda no era una persona agraciada. Fascinado por la idea de castrarse, mi hermano Godofredo padecía el síndrome del Pajillerus Vulgaris, una anómala e insólita patología considerada como una alteración de los hábitos y comportamientos sexuales. Las personas que lo padecen, son asaltadas por sus ansias carnales y se dedican a tocar su zambomba con cualquier pretexto, excretando gran cantidad de baba mientras masajean su pene. El trastorno le conllevó la pérdida de un ojo y los dientes, y la aparición de acné y herpes en todo el cuerpo, lo que le hacía ser presa fácil de los desalmados de su barrio que le apedreaban como si de un leproso se tratara. Era un niño de 10 años, con mirada de 20, vida de 50 y un pene de 80 de tanto meneárselo. Un muchacho de mirada pilla y pinta de desahuciado. Un chaval que intentaba sobrevivir a una generación marcada por la marginación. Un desperdicio humano que comía cáscaras de pipa escupidas por los vagabundos y bebía de aguas fecales. Pese a su escaso vigor mental, con seis años, en la escuela, durante el poco tiempo que la frecuentó, desobedeció el séptimo mandamiento, robando unos lápices de colores que después vendería para invertir las ganancias en revistas pornográficas y hierbas diversas. A los siete años asaltó un geriátrico para robar las bragas sucias de las ancianas. Godofredo tenía una extraña atracción por las braguitas mugrientas de las octogenarias. Las olía profundamente. Lo que después pudo hacer con ellas son meras especulaciones. A los ocho ya se había hecho un nombre en el barrio. Robaba tiendas sexshop y los coches eran su objetivo. Era diestro en el manejo de navajas y pistolas, así como en el arte del birlibirloque. Estaba curtido en cientos de batallas, equipado para la guerrilla callejera. Olía el miedo de sus adversarios cual mamífero carnívoro y carroñero hambriento. Atacaba sin piedad a turistas para robarles todo cuanto llevaban encima. Les asestaba brutalmente navajazos, y con cada cuchillada que acertaba, les contagiaba el ébola, herpes, ladillas, sífilis, la peste y todo tipo de infecciones provenientes del rico ecosistema presente en el filo de su navaja. A los nueve ya se atrevió con los bancos. Godofredo ya se había convertido en un habitual en la sección de sucesos de los diarios de la época. Había puesto en jaque a toda la Policía y los miembros de seguridad. Ya con 16 años, la mayoría de edad penal, nada pudo salvarle de una nueva condena que lo llevó a la cárcel. Su delito esta vez, la estafa. Localizaba sus víctimas a través de la guía telefónica, y éstas acostumbraban a ser mujeres desvalidas, ancianas inocentes y pardillas. Simulaba ser un encuestador del Ayuntamiento. Llamaba a la puerta de sus víctimas con el pretexto de realizar una encuesta y les pedía que les chuparan el pene. Evidentemente era un timo. No había tal encuesta, lo único que quería era que le comieran el miembro. A sus 16 años, Godofredo, todavía un niño de rostro aterrador y espeluznante, fruto de la convergencia de la raza humana con las urracas, con un intelecto equiparable a la del pez payaso, pero un chiquillo pese a todo, ingresaba en la cárcel de Carabanchel. Un presidio habitado por asesinos, violadores, criminales, forajidos, dementes y escoria social. Allí conoció a uno de esos delincuentes, con el que entabló una sentida amistad, y con el que coincidiría en las actividades comunes de los presos: macramé, petanca, aerobic... En la biblioteca de Carabanchel se aficionó a las revistas pornográficas y se enganchó. Quedo fascinado por la infinita belleza de la vagina femenina, seducido por la hermosura del felpudo mujeril, hipnotizado por el eterno esplendor de las vulvas. Advirtió que el monte sagrado era un ente casi perfecto, que habla y te cuenta qué sienten las mujeres. Entendió que no hay mujer fea por donde mea. Obsesionado las almejas al vapor, cumplió íntegramente la pena y pudo salir en libertad condicional. Una vez excarcelado, decidió abrir una consulta particular como falso ginecólogo. Quería trabajar en dónde se divertían los demás. El modus operando del falso doctor consistía en pasar a las mujeres sin cita previa, es decir, sin solicitarlo en el mostrador. Las pacientes acudían a la consulta a puerta cerrada, sin enfermera ni biombo. Las tumbaba en la camilla semidesnudas, y el muy cabrón les mandaba colocarse en posturas inusuales para proceder a masajearlas. Solía vestir con pantalón, chaqueta y corbata. Su trato era educado y tranquilo. Nada despertaba motivos de duda. Con la excusas de practicarles terapias rehabilitadoras, el falso facultativo masajeaba ingles, glúteos y mamas, para finalmente introducir los dedos y objetos fálicos, en la vulva. Les realizaba frotis vaginales con el dedo corazón, y hábilmente, daba el cambiazo: les metía el pene y les sacaba el dedo.
Y alé, ya estaba copulando. Godofredo estuvo trabajando como falso ginecólogo durante 5 años, efectuando manoseadas genitales y oscultaciones vaginales a más de 200 mujeres.
Un día, comiéndose las uñas tras una jornada de trabajo, sufrió un ataque anafiláctico que casi le cuesta la vida. Era alérgico al marisco. Fue detenido e ingresado en prisón.
Su familia no tiene desperdicio,,,,jajajaja
ResponderEliminarLo raro es que sus padres no lo abandonaran a usted.
ResponderEliminarEs usted un malabarista a la hora de escribir con todo lujo de detalles relatos escatológicos.
ResponderEliminarQué grima me da su hermano...Y usted, pese a ser muy divertido.
Joder! Que bueno este blog.
ResponderEliminarSueño con ser como su hermano. Con todas las consecuencias.
ResponderEliminarLa verdad, no se ofenda, preferiría esperar tres meses a pasarme por la consulta de su hermano aún sin cita previa.
ResponderEliminarMe ha caído simpático su querido hermano....
ResponderEliminarQuerido Tasio, ¿podría por favor informarme del estado civil de su hermano Godo?.A falta de panes (Jacinta hace imposible lo nuestro), buenas son tortas (Godofredo).
ResponderEliminarLo mío ha sido amor a primera vista.
Decirle también que su talento literario es tan inconmensurable como su ordinariez.Debo reconocerle que me hace gracia su humor escatológico.
Juanita Comeflores
Estás como una chota querido Anastasio.
ResponderEliminarOrdinario, vulgar y genial
ResponderEliminarbien, en cuanto salga de prisión ara usted el favor de facilitarme el numero de móvil de su hermano. gracias
ResponderEliminarnecesito que me revisen y seguro que es economico
jajajajajaj que bruto. Tienen los mismos ojos, y ....la misma perversión
ResponderEliminarNi borracha me pongo en sus manos....jajajajaja
ResponderEliminarexcelente post.
Son todos de la misma calaña.
ResponderEliminarUn maestro de lo escatológico y ordinariez. Sí señor.
ResponderEliminarExcarcelación para godofredo YA!!!!!!
ResponderEliminarQue pena de da el pobrecito. Que injusta ha sido la vida con su desdichada familia Don prepuzio.
ResponderEliminarNo tendría que haber dejado el trabajo de los bancos; en más limpio y más seguro, y al fin y al cabo no haces nada malo.
ResponderEliminarUn abrazo.
I ♥ GODOFREDO
ResponderEliminarHombre con ese careto mucha confianza no podía generar, por mucho que vistiera corbata y chaqueta.
ResponderEliminarMuy buen post.
La familia Adams....
ResponderEliminarComo dice carlos, mejor dedicarse a robar bancos. En definitiva ellos hacen lo mismo con nosotros.
K BLOG MÁS LOCO. JAJAJAJAJAJAJA
ResponderEliminarKomo molan tus historietas, maestro.
ResponderEliminarWua, que bruto!!! jajaja
ResponderEliminarVista su familia y su estimada Jacinta, le pregunto: ¿ Quiere tener hijos?
ResponderEliminarPues se parece a mi ginecologo!!!
ResponderEliminarQue buen blog.Feliz dia de la Pilarica.
LIBERTADA, GODOFREDO!!!!
ResponderEliminarApreciada Juanita,
ResponderEliminarIgnoro el estado civil de mi hermano. Lo último que conozco de él es que le iba el fornicio con animales silvestres.
Pero ¿ Quién ha dicho que lo nuestro es imposible?
Tal vez, invitándola a una cena romántica en el Burguer King, le haga cambiar de opinión.
Apreciada Teresa,
ResponderEliminarCon mucho gusto le facilitaré los datos telefónicos de mi hermano. Agradecerá que una hembra le visite.
Apreciado Harcore,
ResponderEliminarNuestra intención es tener 6 hijos. Yo ya tengo uno, fruto de una lúgubre relación anterior con una toxicómana. Vendí mi hijo a un circo. Necesitaba el dinero.
Parece buena persona su hermano. Y tiene un atractivo embriagador.
ResponderEliminarQuerido Tasio, ni en sueños osaría yo pisarle el terreno a su adorable Jacinta y menos aún después de leerle sus proyectos de familia futura.
ResponderEliminarDebe usted favorecer mi causa con Godo, porque veo que me han salido súbitas competidoras.
Sueño con el día en que pueda llamarle "cuñao".
Jajajajajaja muy bueno Teresa!
ResponderEliminarGrande Don Prepuzio, como siempre!
sois todos la misma calaña, siempre pensando en lo ÚNICO
ResponderEliminaryo estaba hablando dee... uf se me ha ido de la cabeza!
si es que me pongo tonta con una facilidad
Genial esta página!
ResponderEliminar¡Ese Don Prepucio es lo máximo!
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