Recuerdo que de pequeño iba a la estación de trenes a menudo con mi abuelo. Él siempre me saludaba con dos hostias. Era un hombre bondadoso, que sorbía ruidosamente la sopa, que disfrutaba dirigiendo el tráfico en los pasos de peatones. Un anciano que intentaba hablar con contestadores automáticos y al que gustaba pedalear en los bancos de los parques. Era un hombre alto, nervudo, con el poco pelo que le quedaba grasiento hasta los hombros, la cara picada por la viruela y la barbilla sin afeitar. Aunque no había subido nunca a una moto, llevaba siempre botas de cuero de motorista, con cadenas colgando. Su sonrisa burlona dejaba a la vista dos hileras de dientes marrones y podridos. Recuerdo como me daba dinero como si fuera contrabando. Era un hombre que decía "seso" por vergüenza a pronunciar la "x". Estábamos muy unidos. Utilizando el paraguas como puntero, me señalaba el tren. Nos agradaba verlos pasar y lo saludábamos como dos gilipollas, y la verdad es que me apetecía mucho recordar aquellos ratos de nerviosismo al saber que estaba a punto de atravesar la estación una locomotora sin parada que a su paso removía todos los papeles que había en el suelo del andén. Sí, era una afición estúpida, pero me fascinaba. La primera vez que lo vi, el terror duró muchos días, renovándose; más o menos violento, cada vez que la máquina asomaba por la trinchera vecina. Poco a poco me fui acostumbrando al estrépito inofensivo. Cuando llegó a convencerme de que era un peligro que pasaba sin asustar, una catástrofe que amenazaba sin dar, reduge mis precauciones a ponerme en pie y a mirar de frente, con la cabeza erguida, al formidable monstruo. Me reía de la muchedumbre que iba corriendo para coger el ferrocarril. Me excitaba la voz femenina que informaba de los trenes de cercanías.
Por la riqueza y la complejidad de su carga simbólica, la figura del tren ocupa un lugar de privilegio entre los motivos recurrentes que caracterizan al Western. Lo mismo caben en ella las ilusiones y las promesas de la modernidad naciente, que el sentimiento de melancolía ante la pérdida progresiva, pero inminente, de todo un mundo: el Lejano Oeste, ese territorio primordial, soñado por los pioneros, regido por las leyes de una naturaleza, tan dura como majestuosa; un mundo que una vez fue nuevo, incógnito, que parecía inabarcable, y abierto por ello a todos los posibles. El tren me fascina tanto por ser una obra de ingeniería única en el mundo, como por la pureza de los paisajes que se despliegan tras la ventanilla. Avanza por una puna salteña a una altura capaz de quitar el aliento. Esta obra de ingeniería impresionante que toma con valentía la sucesión de curvas, zig-zags y rulos que permiten desafiar la áspera geografía de las regiones.
Todavía conservo esa estúpida afición. Nuestra afición. La afición de mi difunto abuelo. Cada vez que pasa un tren me pongo a saludar; pienso “¿a dónde irá la gente?”, medito “¿a dónde?, ¿a qué lugar?”.Cada vez que pasa un tren yo me pongo a saludar; es mi modo de ir con ellos, es mi modo de viajar.
jajajajajajaja, pensaba que era un post serio hasta que vi la foto!
ResponderEliminarCoño....que aficiones tan capullas tiene usted...
ResponderEliminar¿Y con qué parte de su cuerpo saluda a los trenes?
ResponderEliminarCuanta sabiduría atesoraba su estimado abuelo¡¡¡
ResponderEliminarjajajajaja siempre con moraleja fálica.
ResponderEliminarSe te va la pinza, jajajajjajajaja¡¡¡¡
ResponderEliminarHola, preciosas letras van desnudando la integral belleza de este blog, si te va la palabra elegida, la poesía, te invito al mio,será un placer,e,s
ResponderEliminarhttp://ligerodeequipaje1875.blogspot.com/
gracias, buen día, besos numantinos..
Mañana voy a probarlo,,,
ResponderEliminarPa habernos matao que susto para el maquinista
ResponderEliminarjajajaja así va RENFE
ResponderEliminarAsí que eras tu el demente en pelotas que el otro día nos saludó?
ResponderEliminarEres un enfermo sexual, JAJAJAJAJA
ResponderEliminarEse es el motivo de los retrasos de los cercanías, juas-juas
ResponderEliminarMUY BUENO
ResponderEliminarA mi también me gustaba ver los trenes con mi abuelo de pequeño. Pero lo hacía siempre vestido ;)
ResponderEliminarQue susto se llevaría el maquinista!!!
ResponderEliminarYo me lo encuentro así en pelotas y lo apedreo, jajaja
ResponderEliminarMe extraña que no tengan más accidentes los trenes.
ResponderEliminarFelicidades, un blog muy divertido. Os sigo.
buenísimo!
ResponderEliminarEl susto que se llevaría el maquinista sería de película. Por cierto, yo no le veo el pene tan pequeño como usted nos cuenta,,,,
ResponderEliminarEs que se tiene que ser muy gilipollas¡¡¡¡¡ JA JA JA
ResponderEliminarEn invierno también practica tan hermosa modalidad?
ResponderEliminarEs usted un solemne capullo. Divertido pero capullo integral.
ResponderEliminarNo sé que es mejor, si el nombre de su blog o el nombre de su nombre y apellido
ResponderEliminarNo va a cambiar. Es un patológico de lo relacionado con sus genitales.
ResponderEliminarJajaja y digo yo que le devolverán todos los saludos.
ResponderEliminarTonta de mí que es entrar en un tren y ponerme a dormir, la de paisaje que me he perdido!.
De todos modos, dicen, por ahí arriba, que usted la tiene pequeña y dado que yo soy algo miope...¿es mucho pedir que nos salude desde la misma salida de la estación? para evitar, así, que la velocidad influya en mi visión y pueda devolverle el saludo.
Coño, que susto para los pasajeros!
ResponderEliminarEl infarto del conductor del tren debió ser monumental!
ResponderEliminarQue fascinante postal! ja ja ja
ResponderEliminarHe aquí la culpa de los continuos retrasos de RENFE.USTED TIENE LA CULPA!!!!!!!!
ResponderEliminarBuenisimo el Blog !!!! Te espero en mi nuevo Blog...un Saludo! www.ereber.blogspot.com
ResponderEliminarQue grande era su abuelo.
ResponderEliminar