Eran las 16.00 horas de la tarde. Apenas 3 horas me separaban de mi sueño. Debía apresurarme. Me despojé de mi ropa y entré en la ducha. El contacto con el agua fría fue agradable, reparador. Alcancé una pastilla de jabón para frotarla contra mi sucio cuerpo con movimientos circulares. El agua era gélida, glacial. Me habían cortado el agua caliente. Noté un calorcito familiar en mis mugrientos muslos peludos y en los pies, que compensaba la sensación de frío. Me estaba meando encima.
Debía ser discreto, pasar inadvertido, así que me enfundé un uniforme militar de camuflaje, me puse un casco de acero cubierto de paja y hojarasca para pasar desapercibido, y me pinté la cara de verde y negro. Salí a la calle. Miré a ambos lados de la avenida y me tendí al suelo en forma de cruz. Con la mejilla adherida en el asfalto, empecé a recorrer la calle arrastrando sigilosamente mi cuerpo por el pavimento. Los transeúntes me miraban con lástima, pensando que era un ruin demente. Algunos me tiraron unas monedas. Otros, un trozo de bocadillo. Los más desalmados me pisaron, como si de una rata enferma de tratara. Llegué al campo de naranjos. Tres sicarios con pasamontañas me vinieron encima, uno de ellos apuntando mi cabeza con un revólver del 45. Un puñetazo en la cabeza me tiró al suelo. Inconsciente en el pavimento, empecé a recibir una brutal secuencia de patadas y puntapiés.
Me desperté en una especie de subterráneo en el que no entraba aire ni luz solar. Una melancólica bombilla de 60 watts arrojaba una luz amarillenta sobre una pequeña celda de paredes carcomidas por el óxido. El ambiente olía a metal, a mugre, a metadona.
Uno de los sicarios se acercó a mí, lentamente, pero con paso firme. Flexionó su rodilla de manera que su rostro se situó frente al mío. Me examinó y se acercó. Estaba asustado. Mi rostro de murciélago estalló en lágrimas, gritando con todas las fuerzas que aún albergaba. Un fétido tufo a heces advertía que me había cagado encima. Nuestras mejillas llegaron a rozarse por un instante, tiempo necesario para percibir como el escalofrío recorría mi cuerpo. Me susurró con cara de Clint Eastwood cuando hace sol:
-“Sabemos que has inventado la fórmula de la fusión nuclear con óxido de deuterio. La has vendido a los hijos de puta iraníes”.-
Mi rostro adquirió un rojo tono de congestión, mientras mi frente se perlaba de sudor. Sin duda se trataba de un tremendo error. Me habían confundido con un peligroso terrorista. Yo apenas sabía contar hasta diez por lo que evidentemente era imposible que ingeniara una formulación configurada por complejos logaritmos exponenciales. Le escupí. Mi saliva impactó en la mejilla izquierda del raptor. La rabia invadió su mirada a la misma velocidad con la que un escalofrío húmedo se deslizaba por su cara. Un ruido seco anunció que el codo derecho del sicario había hecho blanco en mi mandíbula. El hilo de sangre que resbaló por mis labios, indicó que la tenía rota.
-“Bien”- dijo el secuestrador. -”Volvamos a empezar. Pero como pareces un tipo duro, te aplicaremos un incentivo, gilipollas” -. Se aproximó a una mesa donde aguardaban objetos poco tranquilizadores y cogió una pinza metálica. Cerró la pinza sobre unos de mis pezones. Tensé el cuerpo y contuve un quejido. Estaba aterrado pero era inmensamente feliz. Me sentía importante por primera vez en mi vida.
-“Jamás os daré la fórmula de la fixsión nuclear esa!!”- chillé con regocijo asumiendo un rol que no me pertenecía.-“ Yo la inventé y haré con ella los que me salga de los huevos!!! “- sentencié.
El secuestrador prendió unas tijeras de podar y, con precisión de cirujano, amputó mi mano izquierda.
-“Espero que esto te haga reflexionar” afirmó el secuestrador. –“Mañana por la mañana continuaremos. Tenemos preparado un divertida tortura de sodomización.”-.
Empecé a sudar. No por el dolor de mi mano mutilada, sino por diabólico martirio que iba a sufrir mi recto. La angustia se apoderó de mi esfínter. Cuando los sicarios abandonaron el zulo, empecé a tejer una estrategia para escapar. Sonaba la sintonía de Documentos TV a modo de cruel tortura. Casi desvanecido, empecé a cavar un túnel con mi mano amputada. La gigantescas uñas de mi extremidad mutilada, aceleraron el trabajo. Tres horas más tarde logré salir al exterior, en un espeso boscaje. Me arrastré torpemente por el suelo como una lombriz. El suelo frío pasó a ser una húmeda superficie de musgo. Había humedad. Notaba como mi cuerpo se enfriaba y mi ropa se empapaba. Había cerca un riachuelo. El río estaba entarimado por largos maderos y pinos descortezados. Seguro que encontraría socorro por esa zona. Cuando me acerqué a la orilla, puede ver a un campesino. Estaba salvado, fuera de peligro, la pesadilla había terminado, mi culo libre de peligros. Con las escasas fuerzas que tenía me aproximé al lugareño. Levanté la vista y…
-“Sabemos que has inventado la fórmula de la fusión nuclear con óxido de deuterio. La has vendido a los hijos de puta iraníes”.-
Mi rostro adquirió un rojo tono de congestión, mientras mi frente se perlaba de sudor. Sin duda se trataba de un tremendo error. Me habían confundido con un peligroso terrorista. Yo apenas sabía contar hasta diez por lo que evidentemente era imposible que ingeniara una formulación configurada por complejos logaritmos exponenciales. Le escupí. Mi saliva impactó en la mejilla izquierda del raptor. La rabia invadió su mirada a la misma velocidad con la que un escalofrío húmedo se deslizaba por su cara. Un ruido seco anunció que el codo derecho del sicario había hecho blanco en mi mandíbula. El hilo de sangre que resbaló por mis labios, indicó que la tenía rota.
-“Bien”- dijo el secuestrador. -”Volvamos a empezar. Pero como pareces un tipo duro, te aplicaremos un incentivo, gilipollas” -. Se aproximó a una mesa donde aguardaban objetos poco tranquilizadores y cogió una pinza metálica. Cerró la pinza sobre unos de mis pezones. Tensé el cuerpo y contuve un quejido. Estaba aterrado pero era inmensamente feliz. Me sentía importante por primera vez en mi vida.
-“Jamás os daré la fórmula de la fixsión nuclear esa!!”- chillé con regocijo asumiendo un rol que no me pertenecía.-“ Yo la inventé y haré con ella los que me salga de los huevos!!! “- sentencié.
El secuestrador prendió unas tijeras de podar y, con precisión de cirujano, amputó mi mano izquierda.
-“Espero que esto te haga reflexionar” afirmó el secuestrador. –“Mañana por la mañana continuaremos. Tenemos preparado un divertida tortura de sodomización.”-.
Empecé a sudar. No por el dolor de mi mano mutilada, sino por diabólico martirio que iba a sufrir mi recto. La angustia se apoderó de mi esfínter. Cuando los sicarios abandonaron el zulo, empecé a tejer una estrategia para escapar. Sonaba la sintonía de Documentos TV a modo de cruel tortura. Casi desvanecido, empecé a cavar un túnel con mi mano amputada. La gigantescas uñas de mi extremidad mutilada, aceleraron el trabajo. Tres horas más tarde logré salir al exterior, en un espeso boscaje. Me arrastré torpemente por el suelo como una lombriz. El suelo frío pasó a ser una húmeda superficie de musgo. Había humedad. Notaba como mi cuerpo se enfriaba y mi ropa se empapaba. Había cerca un riachuelo. El río estaba entarimado por largos maderos y pinos descortezados. Seguro que encontraría socorro por esa zona. Cuando me acerqué a la orilla, puede ver a un campesino. Estaba salvado, fuera de peligro, la pesadilla había terminado, mi culo libre de peligros. Con las escasas fuerzas que tenía me aproximé al lugareño. Levanté la vista y…
jajajajaja pero que partida de culo.
ResponderEliminarGenial la historieta, repito, genial!!! jajajajaja
JAJAJAJAJAJAJA PERO QUE WUEN0 ES ESTE BLOG!!
ResponderEliminarQue susto se llevó con el dotado campesino¡¡¡ jeje
ResponderEliminarEs usted " El Puto Amo" como diría aquél. Magistral.
ResponderEliminarwua!!!!
ResponderEliminarCada día sed supera Don prepuzio!
ResponderEliminartiene la nariz un poco rara este campesino...
ResponderEliminarJoder con el lugareño....tal vez le podía haber dado su mano amputada y que el se apañara...
ResponderEliminarPero no nos cuenta como acabó con el campesino!!!! Entre en detalles, queremos saber que pasó!
ResponderEliminarPartida de risa!
ResponderEliminarGrande, grande. Lo suyo es digno de estudio.
ResponderEliminarVaya, esperemos que puedan coserle el miembro de nuevo al muñón que tiene ahora por brazo y referente a su salvador, de ahora en adelante será mi héroe.
ResponderEliminarDéme usted, si es tan amable, las directrices de dónde podría localizarle que quiero ir a agradecerle, en persona, el ENORME amparo con el que le recibió.
Sublime, estoy llorando de risa.
ResponderEliminarPero si usted nos relató en otro de sus geniales artículos que en prisión descubrió su bisexualidad, ¿No disfrutó?¿
ResponderEliminarEs la torre eifeel,no?
ResponderEliminarYa quisieran muchos periodistas y escritores de éxito, tener la destreza y agudeza de la cual usted se encuentra dotado. Gracias por las lecciones magistrales.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con el Españoleto, grande, grande.
ResponderEliminarLlorando de risa!!!!!
ResponderEliminarImpresionante la historia. Sin duda me ha conseguido arrancar unas cuantas carcajadas señor Capullo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con los comentarios anteriores. Me he reído mucho!!
ResponderEliminarjajajajajajaja
ResponderEliminarCon una mano amputada y un falo hambriento esperándole,,,,menuda pesadilla!!!!!
ResponderEliminarLOL
Como me he reído
ResponderEliminarAhí hay mucho campesino, mucho pero que mucho!
ResponderEliminar¿Qué ha hecho con su mano?
ResponderEliminarMenudo crack, jajajajaj
ResponderEliminarUsted es como el vino....cuando más envejece más selecto es el morapio.
ResponderEliminarCada post que su perturbada mente publica, el listón está infinitamente más alto.
Genial la historia
No puedo ni escribir,,,,,,,,,,,me estoy partiendo
ResponderEliminarK imaginación tienes!
ResponderEliminarAlucinante tío la calidad de tus escritos.
ResponderEliminarInsultantemente divertido!!!!
ResponderEliminarQué animal eres.....Muy divertida la historieta.
ResponderEliminarEs usted la hostia! Muy buen post, escatológico como siempre pero solemnemente divertido.
ResponderEliminarQue avión más raro...jejeje
ResponderEliminarSalu2
Toñy
Por Dios, que imaginación tiene usted. Como dice Aina díganos donde se encuentra dicho campesino. Procuraré no acercarme a él...
ResponderEliminar¡BRILLANTE!
ResponderEliminarSu mejor historia junto a la del día que conoció a sus suegros. Me he meado de risa.
ResponderEliminarChapeau!
ResponderEliminarDivertidísimo¡¡¡¡¡
ResponderEliminarPresénteme al campesino...Tal vez podríamos hacer un arreglillo
ResponderEliminarTe has lucido!!!!
ResponderEliminarmenudo susto!!!jajaja
ResponderEliminarQue nivelazo, las lágrimas caen sin control de mis ojos.
ResponderEliminarPedazo de blog
ResponderEliminarLlorando de risa, joder que bueno¡¡
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJA Y JAJAJAJAJAJAJAA Y JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAJJAJAJJAJAJA
ResponderEliminarQUE GRANDE.
Sublime, como nos tiene acostumbrados. Sólo espero que haya congelado la mano para poder usarla cuando tenga ganas de masturbarse. No se preocupe por el frío, puede descongelarla en el microondas minutos antes de usarla, sería como la versión extrema de sentarse sobre la mano para dormirla. Aunque desconozco si aguantará 17 descongelaciones diarias.
ResponderEliminarJoder que bueno
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