Con la estimable ayuda de Saturnino, quise reventar el escaparate de una joyería estampándome repetidas veces a lomos de un triciclo. Lógicamente la batalla la ganó la cristalera del comercio y acabé tendido en el suelo tras perder el conocimiento. Tuve que ser ingresado en el hospital afectado de contusión craneal severa ya que no usé el casco para perpetrar el hurto. Tras 2 meses de convalecencia, ingresé en prisión. Recordaré siempre el día que me internaron. Me hicieron poner un mono naranja que arrugado descansaba en una silla, y en ella, tras recoger el uniforme, me encontré a Stephen Hawking. Vomité alcaparras como preludio de mi inocencia. Me esposaron las manos y los pies, unidas entre sí por una cadenita de plata. Me hicieron caminar por un patio lamentándome por el fracaso de la utopía. Tardé un tiempo en aprender que allí nadie bebía agua, por las infecciones, así que comía palomitas sin agua para beber mi orina con placer. Ya el primer día me obligaron a salir al patio, pero todavía era incapaz de ver lo que había a mi alrededor, así que me senté en una repisa y me palpé mis genitales con mucho cuidado, asegurándome de tener todos mis testículos en su lugar. Seguían allí, seguía entero. Seguía siendo yo. Me distraía a base de atracciones fugaces.- “Maldita vagancia, sal de este cuerpo estudioso y trabajador”- susurraba tremendamente contrariado. Me masturbaba compulsivamente por puro aburrimiento existencial.
A mi lado, dos o tres reclusos estaban haciendo pesas, se aconsejaban entre sí acerca del modo en que llevaban a cabo sus estúpidos ejercicios. Por el sonido de sus voces y sus movimientos pude deducir que eran tipos rocosos, de cabeza afeitada, tatuados, cubierta la piel con pedazos de azulejo, como un mosaico, y con escarabajos vivos engarzados en la carne, a modo de ornamento. Había un montón de gentuza allí, y todos tenían ese físico y actitud de buey de carga, a la larga no podían evitar medir sus fuerzas, embestirse y chocar las cornamentas en combates cuerpo a cuerpo. Vi muchas peleas brutales, guerreando como verdaderas chonis, peleas de aguantarse las miradas sobre todo, en las que los dos púgiles mantenían una distancia de varios metros, siempre de manera que las sombras que proyectaban en el muro estuvieran cara a cara.
Había trabajos forzados en el penal, y a los novatos se hacía realidad el principio de “ ir al trabajo y que te coman lo de abajo.”
Pero no todo era alegría en el penal. La falta de mujeres, pero sobre todo el aburrimiento, forzó a los hombres a llevar sus experimentos al extremo. Sí, se recurre a la homosexualidad. Y sí, los elementos situados en lo alto de la jerarquía abusan de cualquiera que les apetezca. Especialmente de los novatos.
La quinta noche, me obligaron a bajar a la sala de calderas. Un hombre negro entró en ella. Tenía la cara tiznada de aceite y grasa oscura y la ropa sucia y transpirada.
Su aliento apestaba a dientes podridos macerados en ginebra barata. Un recluso, alto y corpulento, que se movía lentamente, demostrando quién dominaba la situación. Emanaba una poderosa sensación de fuerza. Mediría 195 centímetros y 90 kilos de peso. El sudor le acariciaba unos fornidos pectorales y lucía dos titánicas piernas cuyos músculos parecían tallados en mármol. De su recortado pubis, esquilado como la cabeza de un recluta, colgaba un gigantesco y aterrador pene de 30 centímetros de largo. Su glande parecía uno macrorovellón.-“ Eres el queso de mis macarrones.”- me susurró mientras me lanzaba una brutal colleja contra mi cabeza haciéndome saltar miles de putrefactos copos de caspa y logrando una repentina contracción de mi cuerpo, acompañada de un grito apenas contenido. El morenito lanzó una pastilla de jabón al suelo y me obligó a recogerla. Mi rostro se convirtió en una atroz muestra de pánico al intuir lo que inmediatamente después iba a suceder. Apoyé los brazos en el suelo mostrando un perfecto plano de mi repugnante culo, con el paquete testicular colgándome entre las piernas y el africano me obligó a inclinarme hacia delante, pegándome la cara contra el suelo y elevando, por la postura, ni trasero. Lo que vino después, es fácil de adivinar. He de reconocer que las primeras embestidas fueron tremendamente dolorosas, pero a medida que el morenito penetraba hasta lo más fondo de mis entrañas, aquello empezó a gustarme, en una placentera sensación de éxtasis, delirio y felicidad. Os lo aconsejo.
La verdad es que siempre he oído que de aquel lado a éste nadie se ha pasado, mientras que al contrario muchos lo han hecho. Me imagino que hay gran sabiduría en esas palabras. ¡Pena, que ya no tenga edad para estos juegos! Nací demasiado pronto, o se abrieron los armarios demasiado tarde.
ResponderEliminarSaludos, y un abrazo.
Por si acaso, haré caso omiso a su consejo Sr. Anastasio.
ResponderEliminarEso es pura leyenda urbana!!!! creedme!
ResponderEliminarjejejejejeje todo es cuestión de probarlo!
ResponderEliminarHoy esto está al orden del día, así que sin ningún tipo de tapujos puedes confesarte gay.
ResponderEliminarOpino igual que abierto24h, pura leyenda... Al menos, los aspectos mas exagerados de este relato...
ResponderEliminarjajajaja "eres el queso de mis macarrones", esa frase ya te debía acojonar!
ResponderEliminarCarlos, la edad no es un aspecto a tener en cuenta.
ResponderEliminarNunca es tarde para probar nuevas experiencias.
Probarlo, probarlo, ya me contaréis.....
ResponderEliminarayyyyyyy!
ResponderEliminarPues sí que eres un capullo, sí. Sinceramente creo que la bisexualidad es una forma de quererlo todo. Mi heterosexualidad me impide explorar estos territorios.
ResponderEliminarLeeré por si tienes algo más que decir.
Yo todo lo digo aquí Queno me canso de ser
Salud!
Jajaja...Desde aquí he visto tu culo. Mi pregunta es...en esa posición ¿no te salió el pene de 30 cm por la boca?
ResponderEliminarSucede, tú por aquí...haciendo amigos, como siempre.
ummmm¡¡¡
ResponderEliminarjajajajaja lo que no le pase a usted!!!!
ResponderEliminarMuy bueno¡¡¡
Eso de la pastilla de jabón si que acojona. Yo juego a fútbol y en las duchas procuro siempre que eso no suceda.
ResponderEliminarUsted hace honor a su nombre....mira que estamparse contra una joyería con un triciclo!! jajajaja
ResponderEliminarLOL.
ResponderEliminar¿Como se llamaba el morenito que tanto placer le dio?
JAJAJAJAJAJAJA eso lo que tienen las experiencias penitenciarias.
ResponderEliminarTodo es cuestión de probarlo, ¿no?
ResponderEliminarPoz yo prefiero el sexo con mujeres, así que lo otro se lo dejo para usted.
ResponderEliminarApreciado Carlos,
ResponderEliminarMe presto altruistamente para que pueda experimentar esta sensación. Ya me dirá...
Apreciado Sucede,
ResponderEliminarA mi la bisexualidad, la homosexualidad, la heterosexualidad, la zoofilia o cualquier otra tendencia sexual, al igual que la reproducción de las hormigas de Zambia me importan un carajo, se lo aseguro. No sé si ha podido leer alguno de los artículos aquí publicados. Este blog pretende ser(posiblemente con escaso éxito ) una gacetilla de humor. Gustosamente me pasaré por su blog.
Un abrazo estimado lector.
Apreciada Aina,
ResponderEliminarNo solo salió por la boca tal descomunal miembro, sino que arrancó tres muelas y mis mugrientos palatales.
Y qué opinará su querida Jacinta de todo esto Don Anastasio?
ResponderEliminarYo también quiero!!!! juas juas
ResponderEliminarTasio, te espero en mi casa cuando quieras,,,, jajajajajajajajaja.
ResponderEliminar... mejor no lo pruebo, por si acaso.
ResponderEliminarSaludos.
EXCELENTE BLOG¡¡¡
ResponderEliminarSUBLIME!!¡¡¡
ResponderEliminarJa Ja Ja
A mi se me ha puesto durisima. Con eso te lo digo tó.
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