Siempre he intentado ser fiel. Cuando era niño me imaginaba con una única mujer a la cual amaba hasta que el óbito nos separara. En la adolescencia, tal idea me parecía propia de mi edad pueril, y lo que anhelaba era tener la mayor cantidad de chicas al mismo tiempo para poder pavonear a mis amigos “mis conquistas”; pero en el fondo mis latidos y erecciones espontáneas eran por la enamoradita de turno. Ahora, de adulto perverso, siento que una sola no es suficiente, dos son compañía, tres son multitud y cinco el Equipo A. Como resultado: siempre he decepcionado a todas las féminas que me quisieron y, también, a las que no. Y a Jacinta la he decepcionado.
Una de las primeras que defraudé fue a Herófila. Me encantaba su nombre por si alguna vez tenía un perro. Teníamos dieciocho años y, según ella, pese a ser feo, se enamoró de mí porque la hacía reír. Y lo que me enamoró de ella fue una colosal parte de su cuerpo: sus tetas morbosas. Me embelesó sus pechos de ballena. Me fascinó sus pezones gigantescos como el timbre de un castillo. Su rostro, no obstante, era un espanto: ojo a la virulé a lo Letícia Sabater, entrecejo con la capacidad de amortiguar el impacto de una bala, gigantescas orejas rebosantes de un rico ecosistema de cerumen, boca rodeada de denso vello, nariz especiada con granos y pus emergente, piel granulada, seca, rasposa, grasa, sudorosa, tal pared estucada, y cara poblada de moratones anónimos producto de sus asiduas borracheras. Era la típica fea que fornicaba como los ángeles. La clásica muchachita que en facebook no sabrías si agregarla o agredirla. Y sí que me enamoré de Herófila. Petaca en el liguero, pronunciaba con altas dosis de guturalidad. Siempre se encontraba en un estado de melopea que por la mañana se exteriorizaba con salmodias y estribillos de corte republicano, y al atardecer en tonadillas regionales cantadas frente al ventilador.
Éramos un binomio indisoluble, perenne, imperecedero. Íbamos juntos al cementerio por la noche para escuchar psicofonías. Recitaba soliloquios en ucraniano mientras yo le acompañaba con el arpa. Practicábamos deporte delante de la tele. Quedábamos después de comer un par de montaditos de chorizo picante para ir a andar en chándal pareciendo una banda de delincuentes. Nos insultábamos mutuamente de forma desmesurada durante el coito. Emitíamos sonidos como de anciano al sentarse e incorporarse. Nos divertíamos haciendo macramé y travestiendo a políticos en los periódicos a base de bigotes y pestañas postizas. Asustábamos a los niños del metro cuando sus madres no miraban. Lo hacíamos todo juntos, lo compartíamos todo, no salíamos el uno sin el otro y decíamos: nosotros, nosotros, nosotros. Incluso defecábamos juntos.
No recuerdo las circunstancias con las que terminé en posesión de su grotesco bolso. Sólo recuerdo que ella llamó a mi casa preocupada pensando que lo había extraviado y me rogaba no revisarlo, pues en él, se encontraba mi regalo de aniversario por nuestro primer aniversario, que sería dentro de dos semanas. Juré no hacerlo. Mentí como un bellaco.
Estaba preocupado, porque en quince días tendría que juntar el suficiente dinero para superar aquel regalo: era un reloj “Lotus”, deportivo con correa de cuero naranja que estaba enfundada en una hermosa caja metálica con el sello de la marca. Me lo probé y me quedaba perfecto. Luego, seguí revisando y encontré los clásicos utensilios que lleva una mujer en un bolso; compresas, condones, bolas chinas, un par de vibradores, cuerda para saltar la conga y una petaca de ginebra. También encontré una billetera con dinero que hábilmente hurté junto a unas calcomanías, documentos y fotos que me llamaron la atención: fotos tamaño carnet de papá y mamá; media docena de supositorios, algunas fotos recientes de ella que una robé para mí. Pero dentro de todo ese revoltijo encontré un antiguo pase de biblioteca escolar; en él, sonreía una quinceañera regordeta con enormes cachetes que achinaban sus ojos. Era Herófila, mi tesoro, mi amor, que estaba irreconocible. -¡Que gorda, la muy desgraciada!!- dije decepcionado. Aquella imagen arrancó de un tirón la idealización ciega que tenía de ella. Ya no era más la flaquita angelical con enormes tetas. Era la gorda del pase de biblioteca. La rolliza con más carmín en los dientes que en los labios. La mantecosa modelo para una pintura de Pieter Paul Rubens. Esa noche del descubrimiento, no pude dormir. Tuve espantosas pesadillas. Sólo pensaba en lo gorda que había sido -y podía volver a ser- Herófila. Esa noche, inconscientemente, le dije adiós a mi primer amor.
Una de las primeras que defraudé fue a Herófila. Me encantaba su nombre por si alguna vez tenía un perro. Teníamos dieciocho años y, según ella, pese a ser feo, se enamoró de mí porque la hacía reír. Y lo que me enamoró de ella fue una colosal parte de su cuerpo: sus tetas morbosas. Me embelesó sus pechos de ballena. Me fascinó sus pezones gigantescos como el timbre de un castillo. Su rostro, no obstante, era un espanto: ojo a la virulé a lo Letícia Sabater, entrecejo con la capacidad de amortiguar el impacto de una bala, gigantescas orejas rebosantes de un rico ecosistema de cerumen, boca rodeada de denso vello, nariz especiada con granos y pus emergente, piel granulada, seca, rasposa, grasa, sudorosa, tal pared estucada, y cara poblada de moratones anónimos producto de sus asiduas borracheras. Era la típica fea que fornicaba como los ángeles. La clásica muchachita que en facebook no sabrías si agregarla o agredirla. Y sí que me enamoré de Herófila. Petaca en el liguero, pronunciaba con altas dosis de guturalidad. Siempre se encontraba en un estado de melopea que por la mañana se exteriorizaba con salmodias y estribillos de corte republicano, y al atardecer en tonadillas regionales cantadas frente al ventilador.
Éramos un binomio indisoluble, perenne, imperecedero. Íbamos juntos al cementerio por la noche para escuchar psicofonías. Recitaba soliloquios en ucraniano mientras yo le acompañaba con el arpa. Practicábamos deporte delante de la tele. Quedábamos después de comer un par de montaditos de chorizo picante para ir a andar en chándal pareciendo una banda de delincuentes. Nos insultábamos mutuamente de forma desmesurada durante el coito. Emitíamos sonidos como de anciano al sentarse e incorporarse. Nos divertíamos haciendo macramé y travestiendo a políticos en los periódicos a base de bigotes y pestañas postizas. Asustábamos a los niños del metro cuando sus madres no miraban. Lo hacíamos todo juntos, lo compartíamos todo, no salíamos el uno sin el otro y decíamos: nosotros, nosotros, nosotros. Incluso defecábamos juntos.
No recuerdo las circunstancias con las que terminé en posesión de su grotesco bolso. Sólo recuerdo que ella llamó a mi casa preocupada pensando que lo había extraviado y me rogaba no revisarlo, pues en él, se encontraba mi regalo de aniversario por nuestro primer aniversario, que sería dentro de dos semanas. Juré no hacerlo. Mentí como un bellaco.
Estaba preocupado, porque en quince días tendría que juntar el suficiente dinero para superar aquel regalo: era un reloj “Lotus”, deportivo con correa de cuero naranja que estaba enfundada en una hermosa caja metálica con el sello de la marca. Me lo probé y me quedaba perfecto. Luego, seguí revisando y encontré los clásicos utensilios que lleva una mujer en un bolso; compresas, condones, bolas chinas, un par de vibradores, cuerda para saltar la conga y una petaca de ginebra. También encontré una billetera con dinero que hábilmente hurté junto a unas calcomanías, documentos y fotos que me llamaron la atención: fotos tamaño carnet de papá y mamá; media docena de supositorios, algunas fotos recientes de ella que una robé para mí. Pero dentro de todo ese revoltijo encontré un antiguo pase de biblioteca escolar; en él, sonreía una quinceañera regordeta con enormes cachetes que achinaban sus ojos. Era Herófila, mi tesoro, mi amor, que estaba irreconocible. -¡Que gorda, la muy desgraciada!!- dije decepcionado. Aquella imagen arrancó de un tirón la idealización ciega que tenía de ella. Ya no era más la flaquita angelical con enormes tetas. Era la gorda del pase de biblioteca. La rolliza con más carmín en los dientes que en los labios. La mantecosa modelo para una pintura de Pieter Paul Rubens. Esa noche del descubrimiento, no pude dormir. Tuve espantosas pesadillas. Sólo pensaba en lo gorda que había sido -y podía volver a ser- Herófila. Esa noche, inconscientemente, le dije adiós a mi primer amor.
Durante los días siguientes las cosas cambiaron con Herófila: inventaba excusas para irme con los amigos abandonados, y el dinero que debía juntar para el regalo de aniversario me lo gasté en cervezas y en dos noches de hotel con distintas chicas fáciles que no recuerdo ni sus rostros.
Aún recuerdo excusándome ante la baratija que le regalé el día de nuestro aniversario, y ella recibiéndolo feliz. Cinco días después ella terminaba conmigo ante la confesión de mi infidelidad con aquellas chicas que no recuerdo su rostro. Cada lágrima que derramó aquel día todavía me cuesta secar en las noches que la recuerdo, o cuando me topo entre mis cosas con el reloj que aún conservo junto a la fotografía que robé aquel día. Los tiempos cambian y te cambian; y el amor más barato es el que se paga.
Aún recuerdo excusándome ante la baratija que le regalé el día de nuestro aniversario, y ella recibiéndolo feliz. Cinco días después ella terminaba conmigo ante la confesión de mi infidelidad con aquellas chicas que no recuerdo su rostro. Cada lágrima que derramó aquel día todavía me cuesta secar en las noches que la recuerdo, o cuando me topo entre mis cosas con el reloj que aún conservo junto a la fotografía que robé aquel día. Los tiempos cambian y te cambian; y el amor más barato es el que se paga.
El amor es ciego Mon amí....Ciego y en tu caso tremendamente cabrón, jajajajjajaja
ResponderEliminarMe lo he imaginado montándoselo con Herófila, y le juro que he llorado de la risa.
ResponderEliminarNo se preocupe,otra vez habrá mas suerte,y por favor,no robe los bosos....
Un post increible.
ResponderEliminarTe beso Capullo.
Bonita toma.
ResponderEliminar:)
Ya pensaba que esta semana se la había cogido de fiesta¡¡¡¡
ResponderEliminarja,ja,ja....su historia es sobrecogedora de principio a fin.
Felicidades de todo corazon
Muaksssssssssss
bua tio, eres grande!
ResponderEliminarmuy grande..!
Tremendo, Dantesco, me recuerda mogollon un (ex)novia que una noche de borrachera me eché... je je,
ResponderEliminarPasaba por aquí y no pude evitar leer este tochaco. Me ha gustado, fantastilloso.
ResponderEliminarSaludos ;)
Ajajajajajajajaja, bueníssimo!
ResponderEliminarMe encantan las constantes metáforas que haces de tus acciones. Muy originales!!
Besos.
Joder, pues no stá nada mal la tía,,,
ResponderEliminarJAJAJAJAJAJAJA
Yo saldría contigo.
ResponderEliminarMe da una ternura leerte que no te imaginas...las lágrimas me saltan. Y si encima te visualizo copulando con la tal Herófila, ya ni te cuento,,,,
ResponderEliminarPor mucho que me esfuerzo, no puedo imaginarla delgada. Creo que, en este caso, le comprendo. Hay que pensar en la genética que dejará a sus descendientes y con la parte que se llevarán de usted ya les será suficiente.
ResponderEliminarBuenísimo! jajajajajaja
ResponderEliminarHe llegado a su blog ( veo que aquí le tratan de usted) por casualidad y la verdad es que he pasado la última hora saboreando sus palabras. Un placer leerle, de verdad.
ResponderEliminarNatalia.
Fue tu mejor elección crack!
ResponderEliminarMuy bueno el post.
a tus pies,
Y qué estudiabais en la facultad....¿Bellas artes?
ResponderEliminarCanalla¡¡¡¡
ResponderEliminarHerófila es actualmente mi sagrada esposa¡¡¡¡
No permito que la injuriéis de forma tan vil¡¡¡¡
Jajajajajajajaj
Excelente post Maestro.
Mi querido Don Anastasio,
ResponderEliminarNo se torture, esa 'chica' no le amaba. Si le hubiera amado hubiera exigido que le devolviera el reloj. No lo hizo, y ahora cada vez que lo ve, se tortura.
Personalmente conozco a herófila.
ResponderEliminarYo pienso en ella despues de desayunar,de comer,merendar y cenar.
Le doy la razón. Tiene algo, tal vez la angina de pecho, que cautiva.
P.D. Ahora está mucho más gorda que en la foto.
Primero de todo, enhorabuena por este Blog que usted regenta.
ResponderEliminar¿Como puede ser usted tan vil, al vejar, vilipendiar, hurtar y humillar a tan bella señorita?
Joder!!!!!!
ResponderEliminarMenuda mujer!!!!!
Un poco cara a cochinilla sí que tiene, eh?
Bueno a las 6 de la mañana, con un par de gintonics de más, y ella con pestañas postizas...tiene un...
ResponderEliminarBueno mejor me callo.
JAJAJAJAJAJA.
Excelente post!
Apreciada y bellísima Aina,
ResponderEliminarCierto. Imagínese que descendientes aportaríamos a la sociedad....Acabarían actuando en un espectáculo circense.
Apreciado e incógnito anónimo.
ResponderEliminarNo estudiamos Bellas Artes. Nos licenciamos en peluquería canina.
Apreciado Monsieur Acné,
ResponderEliminarSi Herófila es actualmente su consorte, le aconsejo acotar el linaje. Se lo digo por ambas partes.
jajajajajaja.
ResponderEliminarUn saludo
Es usted único.
ResponderEliminarMe estoy partiendo de risa!
Cojonudo oiga.Un post cojonudo.
ResponderEliminarSimplemente genial. Eres un pedazo de capullo. Pero de los capullos inteligentes.
ResponderEliminarCurioseando, he visto tu blog y me ha encantado tan solo leyendo la primera entrada, eres genial.
ResponderEliminarjajaja tan genial como siempre¡¡¡¡¡
ResponderEliminarPues discúlpeme....
ResponderEliminarPero entre Jacinta y Herófila, yo no lo tengo tan claro oiga.
Se se me enfade usted.
Genial, como siempre. Un día de estos me voy a lanzar a pedirle para salir... Miedo me da.
ResponderEliminarBesos mil.
Qué jartada de reír. Además salió airoso de la rotura con la bella Herófila. Eres un crack.
ResponderEliminarjajaja pero ke loko estas Capullo!
ResponderEliminarcomo mola!
salu2 ;)
me ha llamado la atencion su blog jajaja...
ResponderEliminarte sigo visitando
un besazo de Rosa
Eres un puto maestro. Qué risas.
ResponderEliminarEspléndida su exposición. Me agrada sobremanera.
ResponderEliminarComentarle que mi experiencia real, verídica acerca de me tocó vivir de joven, es totalmente como usted la describe.
Brillante post.
Es usted un personaje curioso ¡¡¡¡ se me cuide
ResponderEliminarEnorme señor Capullo!!!!
ResponderEliminarjajjajajjjaj...joder, para reir no hay nada mejor que venir aquí...jajaj
ResponderEliminarEn verdad, en verdad te digo, que eres muy buen capullo. Qué bueno encontrar algo que leer cuando necesito reirme...
ResponderEliminar;D
Genial, partida de culo con su estimada Herófila!!!!
ResponderEliminarMuy bueno!
ResponderEliminarJajajajajajajajaaaaaaa
ResponderEliminarLlorando de risa. eres un crack!
es para mi un motivo de honda satisfacción notificarles que este blog me hace partirme de risa.
ResponderEliminarCómo me he reído con tu post. Hay que tener humor y paciencia para hacer una recopilación de tanto disparate.
ResponderEliminarJajajajajaja que historia más kojonuda¡¡¡¡
ResponderEliminar!BRAVO¡
ResponderEliminarMe encantó la entrada.
Felicidades.
Un beso.
Genial!! Absolutamente genial
ResponderEliminarPero que partida de culo.
ResponderEliminarLa historiza con Herófila, es sublime, vulgar, ordinaria y particularmente divertida!!!
sólo puedo decir: jajajaj.
ResponderEliminarGENIAL
Have a SUPER weekend !
ResponderEliminarEnormeeeeeeeeeeee Don prepuzio!
ResponderEliminarJajajaja Muy bueno. Cojere de consejo no guardar mi carnet de biblioteca en el bolso, solo por si las moscas...dónde este un bolso lleno de condones, bolas chinas, vibradores, que se quite lo demás jajaja
ResponderEliminarjjajajajajajaja que bueno!Me encanta esta parte:
ResponderEliminarUna de las primeras que defraudé fue a Herófila. Me encantaba su nombre por si alguna vez tenía un perro.