Cogí el último muslo de pollo, pútrido y oleoso, me lo
llevé a la boca y lo engullí con voracidad, mientras la grasa chorreaba por la
barbarilla, deslizándose por mi ciclópea papada. Lo acompañé, como no, con
bebida rica en azúcares. Sudaba. Mi mantecosa piel brillaba como la carcasa de
un vehículo recién encerado. Tenía hambre, mucha hambre. Deglutía como un mamut
esmirriado. Los pliegues debajo de mi mentón, se hinchaban y deshinchaban como
las de un asqueroso sapo, dejando al descubierto unos quebrados dientes
amarillentos, en los que se podía untar de mantequilla una barra de pan entera.
Día 5:
Desmigajé algo de papel de
periódico y limpié el borde del asiento del retrete. Me bajé el tanga y me
dispuse a orinar. El dolor al hacerlo fue insoportable. Cuando terminé, miré
perplejo el inicuo resultado. Había sangre oscura y piedras renales del tamaño
de garbanzos. Otra vez. La gonorrea estaba en su fase avanzada.
Con evidentes dificultades de
movimiento, al ritmo de mis jugos gástricos, me subí a la báscula y su chancero
rostro susurró: 174 Kg.
Con el ceño fruncido, miré con
pudor mi mórbido cuerpo, aquellos escasos 152 centímetros de glucídicos rebosantes de
moléculas adiposas, ese rico ecosistema colmado de colesterol y lípidos
fermentados, entendiendo por qué de pequeño mi madre me tarareaba las nanas por
walkie- talkie.
Quería huir de aquella horrenda
imagen, como lo hacen las fétidas cucarachas buscando la salida de la
letrina en el ardiente verano.
- ¡¡Gordo seboso!!- fue el primer aullido
fiscalizador que recibí del espejo del aseo.
Mis formas se habían licuado en
una grotesca corteza que mostraba características siniestras, como las de un
orondo cachalote.
La piel se mostraba tirante por el irreversible aumento de
mi volumen perimetral, marcando mi rostro con ramales de estrías. La concavidad
de mis voluminosos y caídos senos, colonizados por costras de sangre
sobre lesiones recientes, impedía que pudiera ver mi pene. La barriga,
repugnante, repulsiva y grande, como la de una embarazada, estaba cubierta de pelos
gordos, sucios pelos de insecto de medio palmo de largo y gruesos como un
alambre. Los brazos, ampulosos, cuasi-leprosos, cubiertos por untuosas llagas,
brillando como si fueran de nácar, apenas podían estirarse, emergiendo del torso como
viscosas protuberancias.
Era como un embutido, tal vez
como una albóndiga, con cabeza, pies y manos.
Quería que aquello fuera una mera ilusión, un delirio
sufrido entre
resacas y sueños, pero la vulgar verbalización de un mórbido defecto de
la fisonomía humana, era en mi caso, la pura, cruel y horrible verdad: Estaba
obeso.
Mi viscosa complexión era el
perfecto canon del ser ahorrador de energía, un individuo que contradecía los
principios básicos de la estética, la lacerante antítesis de las estatuas
talladas en mármol por legendarios escultores helénicos.
Cabreado, encendí el ordenador y comencé a aporrear torpemente su
teclado, incitado por un impulso
de obstinación: Cómo cojones adelgazar.
Vídeos, libros de autoayuda, siniestros
artilugios, revolucionarias píldoras rectales, todas ellas de previo pago,
decían solucionar milagrosamente el problema de sobrepeso.
Al tener todos mis ahorros en un
banco de esperma, y ante la imposibilidad de costear los servicios de un endocrino, decidí poner en marcha un astuto método casero, que en apenas
cinco días, me permitiría perder esos 100 kg. que me sobraban. Apliqué mis avezados conocimientos en medicina nutricional para diseñar una dieta de shock, para eliminar la grasa corporal sin incrementar la masa corporal magra y la tasa metabólica:
Día 1:
100 gr. de pollo + 200 gr. de verduras al
vapor con especias + 25 gr. de pan integral + infusión de comino, anís e hinojo.
8 horas ininterrumpidas de salto con cuerda, con todo el cuerpo envuelto en
celofán.
Día 2:
100 gr. de pescado a la plancha aderezado con especias (cardamomo, comino, azafrán y mostaza) + 200 gr. de kiwis a la vinagreta + 2.500 gr. de laxante genérico.
100 gr. de pescado a la plancha aderezado con especias (cardamomo, comino, azafrán y mostaza) + 200 gr. de kiwis a la vinagreta + 2.500 gr. de laxante genérico.
Dormir en la sauna.
Día 3:
1 ración de verdura al vapor (guisantes, alcachofas, brócoli, judías verdes, berenjena y calabacín) + 25 gr. de testículo picado de murcíelago + 1 infusión de cicuta.
Lijado del perímetro estomacal con un rallador de verduras.
1 ración de verdura al vapor (guisantes, alcachofas, brócoli, judías verdes, berenjena y calabacín) + 25 gr. de testículo picado de murcíelago + 1 infusión de cicuta.
Lijado del perímetro estomacal con un rallador de verduras.
Día 4:
100 gr. de pasta integral con 50 gr. de almejas + 1 hamburguesa vegetal de tofu de 50 gr. , aderezada con una especia + 25 gr. de algas marinas, todo ello, suministrado por vía rectal.
Intento de autofelación. 100 series de 100 repeticiones con 3' de descanso entre cada una.Día 5:
Sutura de los labios con hilo quirúrgico y administración del alimento mediante un tubo de goteo por la nariz.
Hidratación generosa del cuerpo con extracto de hiedra, roble o zumaque.
Hoy, una semana después de esbozar mi brillante dieta, puedo afirmar que ha funcionado,,,
Hidratación generosa del cuerpo con extracto de hiedra, roble o zumaque.
Hoy, una semana después de esbozar mi brillante dieta, puedo afirmar que ha funcionado,,,