miércoles, 17 de abril de 2013

LA MUJER DEL ESPEJO


Cuenta una vetusta leyenda, que en la remota y acogedora población de Rodrigatos de la Obispalía existe una morada maldita dónde, hace mucho tiempo, aconteció un macabro hecho.
Narra el apólogo que en ella vivía Demetria, una muchacha fea, extremadamente gibosa, carente de iris y pupilas, mejillas y frente estucadas por el acné y unas espantosas cejas que parecían una bufanda de lana.  
Aquejada desde nacimiento de hipertricosis lanuginosa, más comúnmente conocida como el síndrome del hombre lobo, tenía el cuerpo completamente cubierto de vello cuajado, y era vista por la arcaica sociedad de la época como un resto del linaje neandertal, como un ser tejido artificialmente.
Vivía aferrada a su madre, quien nunca le dedicó más tiempo del estrictamente necesario y más cariño del permitido, y que exhibía las anomalías de su vástago como si de un espectáculo circense se tratara.
Su padre, lampiño, borracho y politoxicómano, fruto de la envidia, azotaba constantemente a la pequeña. Los gritos eran constantes en ese hogar, bramidos de rabia, de dolor, de vejación. La madre, pesarosa de haber traído al mundo una niña grotesca y lanuda, a la que realmente nunca deseó, permitía que noche tras noche su hija fuera torturada por quien ella amaba ciegamente.
En su habitación, Demetria degollaba a sus gatitos utilizando los robustos pelos que asomaban por su espantosa oreja derecha, y los enterraba con cariño. Nunca le enseñaron a estimar, pero en su interior necesitaba velar por el descanso eterno de sus mascotas. 
Demetria falleció en su cama. Aquella noche, el cabrón de su padre extirpó uno a uno el pelo que colonizaba su pueril cuerpo, ensañándose de tal manera, que sus hirsutas manos apenas pudieron tapar su boca para dejar de suplicar y aguantar la tortura con resignación. 
Pelos, mucho vello y sábanas teñidas de sangre inocente dónde el calor humano nunca tuvo cabida.
Cuenta la historia que años más tarde los padres de Demetria aparecieron yugulados por mechones capilares en su habitación. Dicen que nadie escuchó nada aquella noche.
Relatan que Demetria, desde entonces, dentro de un espejo, vigila que nadie se atreva a perturbar ese siniestro habitáculo dónde ahora reina la sordez. Quienes osan entrar en la mansión son castigados por una maldición, por una mutación genética, en la que los folículos pilosos del maldecido, producen un descontrolado crecimiento del vello.

Ya había oscurecido. Los macilentos cuervos, famélicos de carroña, picoteaban la carne despedazada de mi herpes facial y las pústulas de mis encías ensangrentadas. Ni un alma por las callejuelas de Rodrigatos de la Obispalía. Con la boca abierta por el asombro, miré incrédulo lo que tenía a mi alrededor; el paisaje de aquella aldea era desolador, más triste que el escaparte de una ortopedia, con solo dos casas habitadas, varias en ruinas y algunas otras empleadas como corrales para custodiar ganado. 
Por fortuna, el remoto y metálico acento de las campanadas que venía del cansado reloj de la iglesia, asustó a las aves de negro plumaje.
Había decidido comprobar si la leyenda era cierta. Mi alopecia púbica, y especialmente mi galopante calvicie, bien merecía la pena tan arriesgada empresa.
La mansión era un mugriento hoyo negro, apenas iluminado por las delgadas líneas de luz que se filtraban entre los tablones clavados sobre los grandes ventanales.
Una enorme plancha de hierro cerraba el paso por la puerta. Afortunadamente, llevaba conmigo papel de lija. 
6 horas más tarde, tras farónico esfuerzo, conseguía erosionar el troquel de aluminio con la ayuda de la jodida cuartilla para limar.
Sudoroso y exhausto, entré en la mansión. 
Sentí como un escalofrío recorrió mi cuerpo de arriba a abajo, haciendo posada en mi pene, encogiendo, menguando su diminuto tamaño. 
Las paredes estaban teñidas por el polvo acumulado de tres lustros, y los vidrios quebrados dejaban pasar el aliento helado del pueblo y el jadeo molesto de un lugareño saciando sus necesidades carnales con una oveja. 
Me deslicé por el pasillo hasta llegar a la cocina, como si fuera un avezado ninja; abrí la puerta conteniendo la respiración, con los dientes castañeando, temeroso de lo que pudiera encontrar tras ella. Dubitativo, entré en la sala de fogones. Deslicé los dedos por la madera de la mesa, por el respaldo de las sillas, tratando de captar algún rescoldo de vida. Sólo hallé polvo en mis yemas, y pelo, mucho pelo. Frente a un viejo y espeluznante aparato de sodomización encontré un candelabro de metal y una caja de cerillas bajo él. Encendí el candelero y pude divisar un melón. El fruto, que había adquirido una tonalidad cobriza, estaba cubierto por una generosa capa pilosa. De forma astuta, mutilé en forma orbicular uno de sus extremos, para posteriormente abusar sexualmente de él, en una habilidosa simulación que el pepinoide era una velluda vagina femenina. 
En el otro extremo de la cocina, las ratas, convertidas en castores, roían una pared de la que nacía un pelo negruzco y rizado, tal pelusa testicular.
Todo parecía indicar que la fábula era cierta.
- ¡ Calvo de mierda !, ¡ Pervertido !-  abroncaron unas voces que provenían del salón.
Sentí el corazón acelerar sus latidos, el sudor empapar mi esfínter. Era Demetria
Anhelante por recibir la maldición,  grité puerilmente emocionado:
- ¡ Demetria, Demetria ! ¡ Estoy aquí en la cocina ¡ -.
Con zancada decidida, me dirigí al salón. Cada paso, cada centímetro que usurpaba a la estancia era un logro hacia mi propósito de peinar un generoso tupé, treinta años después.
La voz me contestó cantando horrendas baladas en un latín vulgar.
- Ahora baila para mí, cabrón - añadió Demetria de forma arrogante.
Quise desobedecerla, pero mi cuerpo caminó poseído en círculos fuera de mi control.
Imágenes de un viejo ballet que vi en mi infancia me cubrían, nublando mi vista. Mis manos imitaban una danza sin que yo lo pidiera. Parecía  un monitor de aerobic maricón. El movimiento se volvió frenético, grotesca mezcla de lambada, tangoreggeaton, prácticas exorcistas y técnicas milenarias de combate, en una danza de absurdos movimientos espasmódicos que parecían desafiar las leyes de la física.
Vino después un silencio ominoso que erizó mi piel. La mansión yacía entonces tenuemente iluminada. Al abrir los ojos, divisé docenas de mujeres, extremadamente peludas, que se reían a carcajadas y me lanzaban piedras antes de desaparecer. Tras ellas, un espejo ovalado, de bordes de madera tallada, del que emergía una silueta negra, dantesca, una mujer con sonrisa macabra.
- Ven a mí, hijo de puta!- irrumpió con voz celestial.
Cerré los ojos, agarré la cruz de mi cadena con ambas manos, comencé a rezar en voz alta y me dirigí, acojonado, hacia el espejo.
La mirada rígida y fría de Demetria, seguía clavada en la mía, hechizándome. Me acerqué, temblando como un epliéptico.
Demetria comenzó a levantar sus manos pálidas y duras, con unas uñas plateadas que parecían hojas de cuchillas.
Empecé a sentir punzadas en mi cuero cabelludo, en mi bajo vientre, en la nuca, percibiendo como un grueso vello florecía en mis zonas despobladas. 
Un hedor nauseabundo, inundó la estancia. El olor a sudor, alcohol, sexo y gato muerto se filtró por mis fosas nasales, haciéndome perder el conocimiento.
Me desvanecí. Desperté junto a frasco de gomina y una herida de bala de plata en el pecho.
La leyenda era cierta.



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106 comentarios :

  1. Jajajajaj Menuda imaginación tiene usted.
    Muy bueno.
    Un besazo.

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    1. La imaginación es el arma de los gilipollas,,,
      Eso decía un amigo, ahora enemigo, mío,,,

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  2. LOL. Lo del profesor de aerobic maricón, para partirse de risa.
    Bertín Osborne también sucumbió a Demetria.

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  3. Molto bene!
    Gracias por hacer perder mi valioso tiempor, Don Prepuzio.

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  4. Pero que panzada de reir... Eso es extender un artículo hasta la más extrema chorrada. Lo demás, tontería.

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  5. tienes un blog increible. En serio. Me ha encantado.

    Un saludin

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  6. jajajajaj genial tío

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  7. ¿Pero esto es ficción o es realidad? No se entiende el propósito de esta historia.

    Al menos no es aburrida

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  8. Impecable esta entrega de terror peripatético. Mi más sincera enhorabuena...

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  9. JA, JA. COJONUDO.
    Ahora entiendo el por qué de la melena de Iker Jiménez.
    Por cierto, Demetria es el nombre real de Demi Moore.
    1 abrazo.

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    1. Y Miguel Brau Gou, el de Carmen de Mairena,,,
      Una desconcertante coincidencia,,,¿ No ?

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  10. Me encantan sus extravagantes des/aventuras.
    Kisses.

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  11. Le suplico, más bien exijo, que nos relate ( con ilustraciones, a ser posible ), cómo coño puede perforar una plancha de hierro con papel de lija.
    Gracias de antemano.

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    1. Sus deseos son órdenes,,,
      En breve publicaré un ilustrativo croquis de tan hercúlea hazaña,,,

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  12. Juas juas
    Un relato espeluznante, jejejeje
    Soberbio como siempre.

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  13. Tiene usté alma de gilipollas. Le envidio.

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  14. GENIAL jajajajajaja
    Capullo eres el mejor!!!!!

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  15. Por el hamor de Diox!
    Un relato estremecedor..

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  16. Mucho suspenso,terror y gilipollismo.

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  17. Pero antes deme la coordenadas de la manisón...

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  18. Joder,,,
    Hasta el final pensaba que era un microrelato de la mismísima Anne Rice, jajaja
    Qué grande!

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  19. Oiga lo del melón no tiene desperdicio .
    Estúpidamente genial.

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  20. Estimado Amigo Prepuzio:
    No le conocía esta faceta de narrador de cuentos de miedo. No se si podré dormir esta noche y, desde luego, tendré que dar la vuelta a todos los espejos. Espero que semejante maldición pilosa no sea algo que se contagie: acabo de hacerme las ingles brasileñas y la idea me llena de pavor...

    ;)

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  21. Suerte que el espejo impide que veamos a Demetria de cintura para abajo .

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  22. Lo de su alopecia púbica es muy interesante...
    Mucho.

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  23. Jajajaja bruto, que es usted un bruto!

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  24. Me incomoda Demetria.
    Que lo sepa.

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  25. Al relato sólo le faltaba música de El Fary.

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  26. Brutal y devastador relato... Creo que estoy melosamente enamorado de usted.

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  27. Don Prepuzio,
    La trama me ha mantenido en vilo hasta el final.
    Sí, lo he leído todo.
    Quiero mi aplauso.

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  28. Respuestas
    1. fornicar, copular, follar, yacer o jorobar, jeringar, fastidiar.

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  29. Estas vacaciones a Rodrigatos de la Obispalía.

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  30. Jajajajaja muy bueno el relato.

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  31. Invitación - español
    Soy brasileño.
    Pasei acá leendo , y visitando su blog.
    También tengo un, sólo que mucho más simple.
    Estoy invitando a visitarme, y si es posible seguir juntos por ellos y con ellos. Siempre me gustó escribir, exponer y compartir mis ideas con las personas, independientemente de su clase Social, Creed Religiosa, Orientación Sexual, o la Etnicidad.
    A mí, lo que es nuestro interés el intercambio de ideas, y, pensamientos.
    Estoy ahí en mi Simpleton espacio, esperando.
    Y yo ya estoy siguiendo tu blog.
    Fortaleza, la Paz, Amistad y felicidad
    para ti, un abrazo desde Brasil.
    www.josemariacosta.com


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    1. Bienvenido es a este absurdo blog, amigo José María,,,
      Me pasaré con gusto por el suyo,,,

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  32. Me acabo de despertar y estoy en una especie de trance surrealista, así que seré breve:
    ES USTÉ UN SOLEMNE CAPULLO

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    1. Así es, amigo Vasilio,,,
      Gracias por su redundante comentario,,,

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  33. Como siempre, soberbiamente estúpido.
    Gracias por compartirlo una vez más.

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  34. Entiendo por el absurdo relato que nos acaba de mostrar, que ahora peina tupé, no?

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  35. jaaaaajjjjaajajaja
    Perfect animal es usted.

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  36. Qué relato más grotesco y a la vez soberbio. Felicidades.

    http://popfilaxis.blogspot.com

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Amable visitante:
Es usted libre de inmortalizar su interesante opinión y/o vilipendiar al autor de este absurdo blog si lo considera oportuno.

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