Mostrando entradas con la etiqueta Nostalgia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nostalgia. Mostrar todas las entradas

sábado, 28 de mayo de 2011

EL TWISTER, AQUEL ORGIÁSTICO JUEGO


Ayer me emocioné.  Me enternecí con una sumisa sensación cálida en mi corazón. Un mar de sensaciones me invadió, haciéndome brotar de mis estrábicos ojos  pueriles lágrimas saladas.
Ordenando mi viejo trastero encontré, entre periódicos de antaño, polvo y telarañas, aquel juego que tanto me divirtió cuando apenas peinaba vello testicular: el Twister. Seguro que muchos de vosotros lo recordaréis con melancolía y algo de resquemor.
El ‘Twister’ también conocido en la lengua de Cervantes como ‘enredos’, era un satánico recreo jugado en una gigantesca malla plástica que era extendida en el suelo. El macrotapete era empleado como tablero de juego. Éste, estaba diseñado por cuatro líneas de enormes círculos multicolores con una tonalidad diferente en cada línea: rojo, amarillo, azul, y verde. Sin duda, una putada para los daltónicos. Una diabólica ruleta, a modo de dado, nos advertía qué extremidad de nuestro seboso cuerpo debíamos situar en el jodido lunar coloreado. El perverso rotatorio estaba dividido en cuatro secciones: pezuña derecha, zarpa izquierda, mano derecha, y palma izquierda, si bien existía por entonces la versión 'Twister XX' para los más osados, en la cual, la glándula genital masculina, era considerada como extremidad. La dinámica de aquel pérfido pasatiempo era sencilla: se accionaba la ruleta y posteriormente debíamos situar la extremidad premiada en el circulito seleccionado. “ Mano derecha en círculo azul”. Pues ale, como un gilipollas colocábamos la mano derecha en el lunar azulino. La ‘diversión’ comenzaba cuando entraban en el juego el resto de participantes y habían de mantener posturas acrobáticas y lascivas. Recuerdo que el manual de instrucciones aconsejaba practicar aquel orgiástico rompecabezas anatómico con más de cuatro jugadores: debido a la escasez de círculos coloreados, los participantes necesitaban a menudo ponerse en posiciones incómodas, obscenas, impúdicas y carnales, causando eventualmente la caída de alguien. Defendían por aquella época los pedagogos infantiles que dicho entretenimiento estimulaba la coordinación psicomotriz, potenciaba la expresión corporal e incitaba el desarrollo del lenguaje oral. Personalmente mi visión escatológica de este juego, difiere con creces de la opinión de aquellos ingenuos pedagogos. En aquella época yo era más de recitar soliloquios en hebreo. Pero la siniestra acumulación de los vientos malignos en el tracto digestivo y su posterior expulsión, el hedor nauseabundo de los pies y la tufarada axilar producto de la transpiración excesiva al realizar las acrobacias sobre el jodido tapete, son algunos de los vagos recuerdos que me vienen a la cabeza cuando de niño practicaba con este estúpido juego. Pero la auténtica finalidad de aquel tedioso pasatiempos, era la libertina excusa para restregarse, tocarse y frotarse lascivamente unos con otros, en lo que sin duda era, un  kamasutra infantil. 



viernes, 20 de mayo de 2011

MEARSE EN LA PISCINA

Aunque el calendario anuncia que aún nos quedan tediosas semanas para el cambio oficial de estación, lo cierto es que en nuestras perversas cabezas ya estamos celebrando que dejamos atrás las jornadas de lluvia y que el buen tiempo ya está aquí. A partir de ahora el soberano de nuestros días será el sol: llega el calor, arriban los atardeceres sin fin, las pueriles historias de amor, las axilas atrozmente transpiradas y las cervezas con limón.
La cerveza es, sin duda alguna, la ‘bebida reina’ a la hora del aperitivo y una de las más consumidas durante los calurosos días de verano. Es una bebida natural que contiene una cantidad importante de hidratos de carbono, vitaminas y proteínas cuyo consumo responsable es beneficioso para la salud humana. La cerveza promueve la secreción de jugos gástricos, facilita la digestión y estimula el apetito.  Su consumo moderado provoca una disminución de la retención de agua y actúa como efectivo diurético.
Un reciente y apasionante estudio estadístico sobre las costumbres y hábitos de los europeos, refleja que sólo un 27% de los usuarios de las piscinas se orina dentro del agua y el 78% de los bañistas sospecha que sus compañeros de baño miccionan en la piscina. Es evidente, que el método estadístico empleado en  dicho estudio es, sin duda, inexacto. Probablemente las variables frecuencia marginal y asociación lineal (La que existe entre dos parámetros en los que el valor de uno cualquiera de ellos es función lineal (y = a+bx) del otro ), son erróneas.
Y es que...¿Quién no ha disfrutado alguna vez de este grato momento de relax?
Tod@s , TOD@S!!, nos hemos meado en alguna piscina para no tener que salir mojados a buscar unos aseos de dudosa limpieza. Baños desastrados, malolientes, repugnantes, desagradables, mugrientos, muy sucios, exageradamente cochambrosos, llenos de churre, asquerosamente hediondos. Desde el grotesco payaso de postura erguida y abdominales de acero, hasta la octogenaria de pelo lacado y pezones como el timbre de un castillo. Todos hemos liberado nuestra presión vesicular con una sonrisa de imbécil en el rostro. Unos con oficio, disimulo y alevosía. Otros con descaro, desvergüenza, aprovechan que están sumergidos hasta medio cuerpo para contraer la pelvis y liberar con insolencia lo que sus riñones doctamente han fabricado.
Ni siquiera la falsa leyenda urbana, perversamente concebida por los pelirrojos, de los líquidos químicos de colores reactivos puede hacer frenar esta extendida práctica veraniega.
Hagamos un ejercicio de humildad y honradez y reconozcamos sin pudor que todos somos culpables de perpetrar este delito urinario. Entonemos con la cabeza alta el Mea cupla.

Yo me he meado en la piscina, ¿ Y qué?



viernes, 18 de marzo de 2011

¿BRAGAS DE CUELLO ALTO O TANGA?

De cuantos inventos concibió la perversa mente de Satanás para putearnos, existen dos especialmente malévolos: el chándal y las bragas de cuello alto. La tétrica prenda deportiva merece un capítulo aparte. La abordaremos en otra ocasión. Centrémonos en la segunda.
Debemos de reconocer sin ningún pudor, que los machos somos fetichistas e idólatras de las bragas. Las adoramos. Las veneramos. Los hombres somos criaturas simplonas y viciosas. A los varones nos agrada dejar volar la imaginación. Llevamos diestramente entrenándola desde que alcanzamos la mocedad, y poseemos un innato descaro para afrontar lo forastero y sensual. Somos adictos a lo lujurioso, incondicionales de lo concupiscente, adeptos a lo libidinoso. Cuanto más se expone más sugerente nos resulta, más queremos ver.
Para nosotros, probablemente la braga es la prenda por antonomasia, la guinda a la obra apolínea. Es el colofón de la magnificencia, boato y esplendor del cuerpo femenino. Es sin duda la representación del sensualismo en su más alto formato. Enigma, bravata y erotismo. Eso son unas bragas. Y…¿Qué tiene de erótico unas bragas de cuello alto? Absolutamente NADA. Son inequívoca muestra de vulgaridad y grosería, un oda al mal gusto. Aquellas bragas que utilizaban nuestras abuelas que celosamente cubrían el ombligo, aquellas fajas de hilo bordado, prietas, desteñidas, duras como el cemento e impellizcables, aquellos bragones que astutamente custodiaban el preciado felpudo, son un atentado a la suntuosidad femenina.
Tal vez puedan servir para temporales, aludes, lumbalgias, situaciones de riesgo extremo o supervivencia, pero estos rotundos calzones curtidos en piel de tambor para que no se resfríe el mejillón, estas piezas de “lencería” color carne visón, son un genocidio al infinito esplendor de la arquitectura corporal femenina.
El debate, tal vez recurrente, está servido: ¿tanga o bragas de cuello alto?. La respuesta es evidente.
Seguro que no sorprenderá a mis versados lectores: Yo he probado el tanga. Sí. Con dos cojones. He de admitir que el cordoncillo entre las nalgas de mi culo peludo, friccionándome el esfínter al andar, es particularmente molesto. Cómodo, muy confortable, no es.
Es evidente que el tirachinas no está concebido para hacer votos de castidad, pero el tanga ensalza la delicadeza y pulcritud del torso femenino, acentuando sus curvas. Sin duda es estimulante admirar un cuerpo femenil adornado con prendas sugestivas, que inciten, pero que no revelen.
El tanga transmite sensualidad, erotismo, feminidad, seducción, y particularmente a mí, alguna que otra incontrolada erección.
No solo soy un ferviente defensor de dicha prenda, sino que propongo canonizar a su inventor. ¡Arriba el tanga!



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...