miércoles, 22 de mayo de 2013

EL GAMUSINO DE AVILÉS


La colina se había transformado en un invaluable mosaico de maravillas naturales, conquistada por un ampuloso manto blanco, hercúleos abetos, ámalos desnudos y colosales costras de hielo. Tras ella, se alzaba majestuosamente el vasto Pico de Cienglandes, dónde  según cuentan fábulas norteñas, vive cobardemente escondido el último ejemplar hembra del gamusino de Avilés.
El paisaje, de un albugíneo inmaculado, parecía exánime, yermo, exento de vida.
El frío, cabrón dónde los haya, calaba mis huesos, achatando molestamente mi escroto, menguando mi exiguo falo, colándose por las empuñaduras de mi empapado chándal azafranado. Había porteado consigo a su más fiel camarada, la lluvia. Era atronadora y agresiva. Cada gota era como un navajazo que atravesaba mi lampiña y sonrojada cabeza.
Desde mi menesterosa infancia, tenía celosamente custodiado un deseo: constatar en primera persona la existencia del mitológico gamusino; aquel candoroso animal, supuestamente imaginario, causante, todavía hoy, de mi incontinencia urinaria vespertina y promotor de la equimosis que había mutilado mi orgullo.
Ese anhelo, allí, en tierras asturianas, estaba a punto de cobrar cuerpo y realidad.
Cucufate, un rudo campesino, con esa edad indefinida que caracteriza a los fornidos mamporreros, contratado para tareas de sherpa y rastreador,  mi hermana Hurraca, queriendo cumplir sueños postergados, y yo, inmerso en una vorágine de convicción pueril, formábamos  la correría que ambicionaba descubrir el último ejemplar de tan quimérica alimaña.
Sumando las personalidades y caracteres de cada uno, la intrépida expedición resultaba una avezada mezcla de experiencia, resistencia y gilipollez.
El rastreo olfativo de las heces y orines nos había conducido a una hermosa llanura cubierta por una alfombra blanca y ondulada, dónde instalamos el último campamento antes de caminar hacia la ilusión cumbrera.
-¡Yéeeeheéeee, hora de retomar la marcha!-anunció Cucufate hechizado por el mágico mimetismo existente entre los pueblerinos y la montañas.
Iniciamos nuestro cuarto día de marcha, siguiendo las huellas cinceladas en el manto blanco.
El horizonte era complicado; una ascensión intrincada con el suelo húmedo, casi imposible, caminando sobre la gruesa capa de nieve que cubría la piel de la montaña. 
Los pies nos resbalaban en todo momento y era muy arduo ascender. Cada paso hacia adelante exigía un esfuerzo heroico. Mis piernas, debilitadas por la gangrena e hipotermia, apenas respondían, doblándose, haciendo encorvar mi espalda.
Comprobamos que la raposa criatura caminaba al paso, como si estuviera gobernando cuanto ocurría  a su alrededor, avizor, buscando el ágape de esa noche. Deparamos, que en un momento de su marcha emprendió una veloz carrera, bien acojonado por el canino de un pastor o por el acecho de un depredador.
Estábamos cada vez más cerca.
Un brusco gesto con el puño de Cucufate, como el de un curtido marine, hizo detener en seco la marcha.
Había descubierto algo. El rudo labriego, flexionó su pierna derecha y con su dedo frotó restos de código genético esparcidos sobre la nieve. Meditativo, como escuchando al viento, se llevó el dedo a la boca.
- Diarrea- sentenció con insultante seguridad.
Era una buena señal. La indisposición del gamusino no permitiría recortarle distancia.
Apresuramos el paso. Embriagado por mi anhelo, la piernas ya no pesaban, respondían como las de un tórrido atleta.
Empezamos a correr como conejos por un camino cuesta arriba que serpenteaba entre extrañas rocas de punta orbicular, incendiando cuantos arbustos se entrometían en nuestro paso, lapidando sin piedad a la exótica fauna silvestre.
El cabrón de Cucufate lanzó una exclamación de alegría y señaló un estrecho cañón entre dos laderas verticales de la nevada montaña astur. Eran dos diques atezados de roca, pulidas por las inclemencias meteorológicas de millones de años.
El sueño estaba cerca, casi lo podía acariciar con mis tumefactas manos.
Tras más de una hora deslizándonos tal larvas helmintas por el delgado sendero tallado en el granito, llegamos a la cañada, dónde terminaban las evidencias de la huellas. 
Cucufate fue el primero en asomarse, seguido de cerca por mi hermana, impulsada estúpidamente por el deseo de flamear la bandera norcoreana.
Cuando divisé el paisaje que tenía delante, me pareció que era otro planeta. Estaba frente la campiña que me había usurpado tantas noches de sueño. Si no hubiese tenido tan revuelto el estómago por el hedor a excrementos y el agotamiento, hubiera pensado que había realizado un viaje cósmico.
–Ahí está, el Valle del gamusino de Avilés– anunció visiblemente emocionado el rastreador.
Ante nosotros se esparcía un bellísimo altiplano volcánico. Emplastos de áspera vegetación glauca, tupidos matojos y grandes níscalos multiformes crecían por todas partes. Había infinidad de arroyos de agua burbujeante, docenas de hadas ninfómanas desplegando sus alas en busca de bálanos, cientos de unicornios de enormes penes jugueteando, fálicas formaciones rocosas, y del empedrado surgían espigadas columnas de humo blanco.
Una plácida calima flotaba en el aire, decolorando los contornos en la lejanía y otorgando al valle un aspecto de fantasía.
Experimentamos una falaz sensación,  como si hubiéramos entrado en otra dimensión. Después de tolerar durante cuatro días el frío intenso de la travesía por las jodidas montañas, ese vapor tibio era un verdadero regalo para los sentidos, a pesar del olor fecal que aún persistía.
Tras un hercúleo pinabete, envuelto en una espesa bruma, divisé una cuadrúpeda  y grotesca figura.
Nervioso, respiré hondo y escupí diestramente la flema, dejando que el aire de la montaña llenara mis asmáticos pulmones. Incrédulo, froté mis ojos, golpeé brutalmente mi cabeza, intentando procesar lo que estaba visualizando.
El cuerpo, inerte, a cuatro patas, era de un albino cegador, bellísimo, de aspecto gélido, aterido, centelleante. Aquella alimaña no podía llamarse mujer, pese a que a juzgar por sus genitales, era de sexo femenino; tampoco era humana, aunque no era exactamente un animal.  No había duda alguna, era el legendario gamusino de Avilés.
Sentí como la emoción invadió mi cuerpo. No me pude reprimir:



Image and video hosting by TinyPic


114 comentarios :

  1. Tu imperio de gilipollsimo, es genial.
    Te sigo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenido es a este de supremacía capullesca, Sr. Herrada,,,

      Eliminar
  2. Que grande.
    Torrente a su lado es un monaguillo.
    Un saludo y hasta pronto.

    ResponderEliminar
  3. Estimado Amigo Prepuzio:

    A este paso a su sin par Blog, las Autoridades Sanitarias le colgarán un cartelico con espeluznantes imágenes en el que nos advertirán de que Crea Adicción.

    A mí me parece bien, mientras no engorde.

    Un abrazo ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las autoridades sanitarias, lo ignoro,,,La CIA, me consta que lo está estudiando,,,

      Eliminar
  4. Plas, plas, plas. Lo que me he reído!
    Caza al gamusino de Avilés!

    ResponderEliminar
  5. Hereje!
    Este post será enviado a greenpeace!!

    ResponderEliminar
  6. Ave Maria Purisima¡¡¡¡
    Enhorabuena y siga saciando nuestra sed de gilipollismo capullesco :-))

    ResponderEliminar
  7. es usted peor que los políticos que nos gobiernan ¡¡¡ que ya es decir ¡¡¡

    ResponderEliminar
  8. Escatológicamente divertdo como siempre.
    lovelesss

    ResponderEliminar
  9. encontre tu blog por casualidad y realmente me gustan "tus desastres". Iré entrando en ellos poco a poco

    ResponderEliminar
  10. JAJAJAJAJAJAJA
    No digo más.
    Un abrazo maestro.

    ResponderEliminar
  11. Relato dino de este blog.
    Gracias por la carcajadas.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Personalmente tenía pensado un agradecimiento algo distinto,,,¿ Me sigue ?

      Eliminar
    2. jijijiji, ya sé por donde va...

      Eliminar
  12. ¡Mal rayo le parta, Sr. Prepuzio!
    ¿por qué no mató a los unicornios?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es usted un miserable fraticida de especies en peligro de extinción,,,

      Eliminar
  13. Mi padre, nacido en un pequeño pueblo de Burgos, me torturó durante más de un lustro con el susodicho gamusino.
    Hoy lo llamo y le digo que tenía razón.

    ResponderEliminar
  14. Es usted afortunado.
    Yo me encontré con el primo playero del gamusino, y me dejó el pene como recien acariciado con una lijadora orbital.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si le cuento lo que me sucedió con el tío gitano de tan repugnante alimaña,,,

      Eliminar
  15. Si el generalísimo levantara cabeza, usted iba a la horca.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Su venerado caudillo, está muy bien sepultado bajo tierra,,,
      Déjelo,,,

      Eliminar
  16. Respuestas
    1. Técnicamente, lo ignoro,,,
      Realmente, es una gilipollez,,,,

      Eliminar
  17. Joder, Señor Prepuzio...creo que le quiero.
    En serio.

    ResponderEliminar
  18. Capullo, sin duda lo es, pero fornica como los ángeles.

    ResponderEliminar
  19. También yo en mi tierna infancia
    quise cazar gamusinos,
    mas por mis tristes destinos
    y llevado de ignorancia,
    vine en cazar una rata
    que atacada de viruela
    enfermó a media escuela.

    Pasó que la hube llevado
    para demostrar a algunos
    que eran muy inoportunos,
    pensando que era embolado
    lo que yo estaba diciendo
    si no lo acababan viendo,
    y la acabaron cogiendo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Agradezco que usted aporte el complemento docto a este blog, Don Carlos.

      Eliminar
  20. Me encanta.
    Muy bueno este blog.
    Con tu permiso bizarro, me instalo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenido es a este humilde sitio, Sr. Yagüe,,,
      Está en su casa.

      Eliminar
  21. Coño, qué aguante tiene usted. Llevo 30 minutos mirando el gif, y nada, no llega al clímax.
    Vuelvo en un par de horas.

    ResponderEliminar
  22. Lo de la diarrea y la escena final ( previsible si escribe usted ), me ha matado.

    ResponderEliminar
  23. Soberbio.
    Mis compañeros de trabajo le quieren conocer en persona.

    ResponderEliminar
  24. ¡Demente!
    Con la cantidad de hadas que revoloteaban por el valles, usted se tira al gamusino!

    ResponderEliminar
  25. Sr. Antasio, lo que me reí con su historiaca.
    Su web crea adicción.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Usted tiene toda la pinta de tener otro tipo de adicciones,,,

      Eliminar
  26. Sórdido dónde los haya.
    Aplaudo el relato.

    ResponderEliminar
  27. A mi personalmente lo que más me gusta de este esperpéntico relato, es su culo.
    Esa es la verdad.

    ResponderEliminar
  28. Mi querido amigo gilipollas,
    A mi me sucedió algo muy similar pero totalmente al revés.
    Desde entonces ando como un cowboy.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Interesante su aportación,,,
      Y la pregunta es,,,¿ Le gustó ?

      Eliminar
  29. Espero que pronto nos relate sus desventuras con el Mamut de Covadonga...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ahí está el problema, amigo 007,,,
      Tal vez no esté en condiciones para relatarlo,,,

      Eliminar
  30. Hola querido Anastasio, soy Ramona y tengo una consulta, ayer me masturbé pero estoy dudando en si lo hice pensando en usted o en Spiderman.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amiga Ramona,
      Puedo asegurar, que lo hizo pensando en mí,,,
      ¿ Cuando le va bien quedar para cenar conmigo ?

      Eliminar
  31. Y digo yo: si usted puede follarse a un gamusino hembra, ¿podría yo fornicar también con esos unicornios de enormes penes?
    Creo que me buscaré un par de voluntarios para que me acompañen por esos valles y encontrar al unicornio jefe de la manada.
    Si es que algo se me está pegando....

    ResponderEliminar

Amable visitante:
Es usted libre de inmortalizar su interesante opinión y/o vilipendiar al autor de este absurdo blog si lo considera oportuno.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...