miércoles, 11 de mayo de 2011

LA JODIDA DECLARACIÓN DE LA RENTA

Ayer recibí una carta con el membrete más sobrecogedor, el de la Agencia Tributaria. Abrí el sobre. Me tiritaron las manos, mi pene se encogió atrozmente, me cambió el color de la cara y las axilas destilaron  profusamente fantaseando con la tenebrosidad de la tormenta que se avecinaba. Era el borrador de la declaración de IRPF del ejercicio 2010. El maldito fisco me obliga a pagar 1.226 €.
Y es que como todos los años, la primavera arriba acompañada, además de por las pavorosas alergias y las astenias, por la jodida campaña de la declaración de la renta. Temida por la mayoría, los que les tocará pagar, y esperada por otros, a los que les devolverán dinero, prácticamente todos nosotros tenemos la obligación de hacerla. 
Evidentemente, lo ideal es aprovechar las ventajas de las nuevas tecnologías para realizar el proceso de la forma más sencilla y rápida. Para una gran mayoría de trabajadores, el borrador que envía Hacienda, pese a ser erróneo, inexacto, defectuoso e inventado en el 99,9 % de los casos, es más que suficiente y, en caso de estar de acuerdo con él, incluso podemos confirmarlo a través de SMS.Pero muchos otros, tenemos datos que no están incluidos en éste y que debemos reflejar en la declaración. En este caso tenemos un par de opciones. Una es realizar la declaración nosotros mismos, para lo cual Hacienda ofrece el programa conocido burlescamente como PADRE. La otra opción es que la declaración la realice un gestor, algo recomendable en caso de que tengamos dinero y que nuestra declaración sea compleja y no queramos liarnos demasiado o  perder el tiempo con ella.
Pero centrémonos en el divertidísimo 'programa PADRE'. Sin duda el perito progenitor de dicho programa pensó que el resto de mortales éramos técnicos tributarios.
Sentado frente a  mi viejo ordenador, con la calculadora en la diestra, y un puñado de desordenados papeles en la zurda, inicié la cumplimentación de mi declaración de la renta nutriendo las primeras casillas con información simple: NIF del declarante, primer apellido, segundo apellido, aficiones, domicilio, grupo sanguíneo, estado civil, frecuencia excrementicia, sexo, etc... Este proceso apenas revistió dificultad. Llegué al apartado de rendimientos del trabajo. Pese a la congoja y desconsuelo que me suscitó detallar las cuantías percibidas por retribuciones dinerarias, y al enojo y cabreo al especificar las pertinentes retenciones, esta fase fue tremendamente sencilla. Proseguí con los rendimientos del capital mobiliario. Dicha información me la facilitó mi entidad financiera. Las lágrimas humedecieron mis ojos al comprobar la fortuna que mi banco en estricto cumplimiento de sus obligaciones abonó en mi cuenta en concepto de intereses y dividendos. ¡Gracias La Caixa!, ¡Os quiero!.
Arribé a la siguiente sección. Integración y compensación de pérdidas y ganancias patrimoniales imputables al 2.010. Rendimientos irregulares negativos pendientes de compensación procedentes del ejercicio 2.005. ¿ Qué cojones significa esto?, me pregunté mientras el sudor empezó a colonizar mi seboso cuerpo. Aquel perturbador y arrítmico enunciado me impidió pensar con claridad. Empecé a inquietarme. Incapaz de descifrar aquella casilla, proseguí con el siguiente capítulo. Determinación de los gravámenes estatales y autonómicos. Importe de las rentas obtenidas que están exentas del IRPF, excepto para determinar el tipo de gravamen aplicable a otras rentas. Importe de las cuotas líquidas y deducciones a las que se han perdido derecho. Los testículos se me achancaron y los escalofríos recorrieron mi espalda erizándome el vello axilar. El maldito cabrón que había concebido aquel enunciado, quería putearme. El miedo me atenazó la boca del estómago, entrecortado por el monótono palpitar de mi corazón acelerado. Me tambaleé. Angustiado, decidí pasar a la siguiente cuestión. Deducción por doble imposición del régimen de transparencia fiscal internacional e imputaciones de rentas derivadas de la cesión de derechos de imagen. ¡Maldito cabrón!. Se estaban burlando de mí. Intenté serenarme mientras mi cerebro tejía una audaz fórmula para resolver aquel oprobio. En un momento de sosiego, imprimí el formulario y mecánicamente empecé a cumplimentarlo manualmente. Aquel listillo se iba a acordar de mí. Utilicé números binarios, romanos y fracciones periódicas para la confección de la jodida declaración. Y redondeé a mi favor.




4 comentarios :

  1. Es verdad, no hay quien entienda la maldita declaración!

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  2. No es tan difícil, hombre. Solo debe aplicar la norma esencial del plan general de contabilidad: siempre le debe de dar "0" al final. Pida facturas falsas a sus amigos autónomos que paguen por módulos, diga que ha hecho obras en casa, facturas falsas de ONGs inexistentes, lo que sea, antes que pagar a esta panda de ineptos para que luego se lo den a los bancos y nos puedan robar más a nosotros. ¡Rebelión!, que no pague ni dios (bueno ése y toda su tribu están exentos), a Hacienda.
    Por cierto maestro, por mucho que miro, aunque me ponga de pie, no le veo las piernas.

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  3. Joder a mi también me toca pagar....Buena idea lo de los números romanos....

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