miércoles, 8 de junio de 2011

LA HERENCIA DE MI ABUELO

Aunque mi abuelo Belcebú Prepuzio no era criptólogo, tenía, indirectamente, algunas nociones de simbología. De hecho, su profesión era hamaquero de una playa de Salou.  Su suegro, profesor y virtuoso de la plastelina, fue uno de los primeros en usar símbolos matemáticos para expresar procesos lógicos y fue elegido miembro de la Royal Society por sus trabajos sobre la moderna lógica simbólica. Y mi abuelo adquirió de él la pasión por los numeritos. Belcebú Prepuzio era un hombre que iba a contracorriente por mera superioridad intelectual y no sabía pronunciar la palabra pizza. Murió en chándal por el ataque en la calle de un evangelista desalmado.
En su humilde y menesteroso testamento me donó un viejo pergamino.
El manuscrito mostraba curiosos arabescos que parecían delgados penes, figuras femeninas desnudas, estrellas y constelaciones, coordenadas naúticas y cientos de plantas de extraño aspecto. El pergamino, la caligrafía y la historia conocida del manuscrito me indicaban que podía ser de origen medieval, y la abundancia de especímenes vegetales sugería que podía tratarse de un herbario, un libro de texto mitad científico, mitad mágico, que describía las cualidades místicas y médicas de las plantas y su preparación. Pero esto era una simple conjetura, ya que estaba escrito en un lenguaje que no podía identificar. Aunque el texto podía ser descompuesto en palabras, cuyas letras eran familiares a medias, no tenían sentido. Sólo pude suponer que estaban escritas en un idioma poco conocido, tal vez en arameo, en un dialecto o en un código. Sí. Era sin duda un código. Mi abuelo me había legado un código secreto de misterioso significado.
Quizá Belcebú Prepuzio había ingeniado un sistema de lógica simbólica, o quizá simplemente había elaborado un código para camuflar sus investigaciones en torno a la piedra filosofal y el elixir de la vida, eludiendo así la acusación de practicar la magia negra. Tal vez había descubierto la fórmula de la eterna erección. 
Muchos especialistas trabajaron privadamente con el manuscrito, considerado, con razón, como el mayor desafío al que jamás se habían enfrentado. Biólogos, arqueólogos, mamporreros, tarotistas, trapecistas, hombres anuncio e incluso deshuesadores de aceitunas fueron incapaces de resolver el significado del jodido pergamino. La misma NASA lo consideró como un texto indescifrable, escrito por algún bromista. Pero yo estaba convencido que mi abuelo quería contarme algo con aquel críptico hológrafo. "Háblame, háblame" susurraba con vehemencia mientras examinaba aquel trozo de papel.
Pero fue mi amada Jacinta, la honesta empleada del McDonald's, quien, con la ayuda de unas gafas 3D, logró descodificar el enigmático papiro.
El jodido manuscrito, herencia de mi abuelo.
El pergamino relataba minuciosamente, paso a paso, como construir unas gafas, aparentemente convencionales, y cuya propiedad era la de dejar pasar  la luz a través de la aleación magnesio-potasio25, material plateado constituyente de las famosas tarjetas "Rasca y Gana".
Gracias abuelo.




14 comentarios :

  1. Su difunto abuelo ¿ se parece a ud?

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  2. O sea que la genialidad ya es heredada y te viene de familia. Por cierto, si tienes una gafas de ésas, ¿me lo podrías comunicar por e-mail, y ya hablaríamos de las condiciones?
    Recibe un sincero abrazo de una gran amigo.

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  3. Que harías sin Jacinta,,,,es un sol esta mujer,,,,

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  4. Lo extraño es que los deshuesadores de aceitunas no logran descifrar el manuscrito ;)

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  5. Comparta con nosotros las gafas¡¡¡¡

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  6. Apreciada Lara,
    Soy idéntico físicamente a mi abuelo. Con alguna pieza dental de menos, pero somos como dos gotas de agua.

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  7. Apreciado Carlos,
    Le haré llegar un par de juegos de estas fantásticas lentes sin costo alguno. Es lo que tiene ser un capullo.

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  8. Sr Prepuzio, pues a mi envíeme directamente los rasca-y-gana premiados, no me hacen falta las gafas.

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  9. El atractivo y el intelecto de su difunto abuelo era incuestionable.

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