miércoles, 23 de febrero de 2011

EL COLECCIONISMO, ESA ESTÚPIDA AFICIÓN

El ser humano, desde su nacimiento, por pura necesidad biológica, siente la perentoria y estúpida necesidad de tener junto a él objetos de muy diversa índole. El instinto coleccionista emerge en edad temprana y va acrecentándose con el paso de los años.
No existen preceptos a la hora de coleccionar objetos. El individuo racional recopila una amplia gama de los mismos, muchos de los cuales pueden parecer inverosímiles. Todo, absolutamente TODO es coleccionable.
Las formas de colección son muy variadas, desde el necio que recopila uñas podales al presuntuoso que busca la unicidad en una obra de arte.
Los objetos son indispensables para nuestra existencia, tienen un sentido, un significado único, estableciéndose una relación sumamente estrecha entre sujeto y objeto. La depravación, el deseo desorbitado ante una pieza, puede llegar a establecer con ella una relación de culpabilidad. Algunos coleccionistas las ocultan con el único propósito de que sólo puedan ser contempladas por ellos mismos. La clandestinidad, el secretismo, la enajenación hacia el objeto, lo convierten en materia de lujuria.
Es la vehemencia llevada al límite, la fuerza de los sentimientos sobre la razón, la victoria de lo visceral sobre el raciocinio.
Empezamos el mes de Enero con  insensatos y utópicos propósitos: Dejar de fumar, reducir la panza ‘cruzcampo’, publicar un best seller, apuntarse a un curso de pirómano, aprender euskera con los productos Eroski , algún misógino se propone coleccionar mujeres… y en cualquier kiosco, tenderete o librería que se tercie, lo aprovechan para ofrecer asombrosos coleccionables de dantescas muñecas, ridículos sellos, inútiles monedas, anillas de extintores, rústicos abanicos, tapones de corcho, sobres de azúcar, vulgares dedales, mugrientos posavasos, vitolas de puros, muñecas hinchables, minerales radioactivos, ballestas medievales, pistolas, escopetas, rifles, bazocas, tanques, y un largo etcétera. 
La estratagema radica en regalar los tres primeros fascículos del coleccionable, para adquirir semanalmente la nueva entrega a precio prohibitivo.
La mayoría de las colecciones duran años, lustros e incluso décadas. El intrépido que logra finalizarla ha invertido su patrimonio en la jodida colección. Y pese al fantástica estantería de madera hueca que nos regalan al terminar la compilación, nos preguntamos. ¿ Ha merecido la pena?. La respuesta es evidente.
Por ello, propongo para los amantes de esta estúpida afición una alternativa sumamente económica, tremendamente original y particularmente exclusiva: El coleccionismo de mierdas de perro en frasquitos de cristal. Esta excelente iniciativa, nos permitirá etiquetar los excrementos perrunos con fechas, lugares, por su valor sentimental e incluso de acuerdo con lo que creemos que había comido el jodido canino.




5 comentarios :

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