lunes, 31 de enero de 2011

MI AMIGO EVARISTO

Evaristo era un camarada de la infancia, de rostro grotesco y tremendamente giboso. La suya es la miserable historia de una niñez aciaga e infeliz. La que nunca se cuenta. La que nadie quiere ver ni conocer porque abrumaría en demasía. Nunca supo de matemáticas, ni tan siquiera conoció lo que era una vocal o un trozo de plastelina. Jamás conoció el calor de una clase de invierno, ni el olor de los rotuladores. Tampoco tuvo juguete alguno. No lo precisó. Aprendió raudo a divertirse con el muñeco que tenía entre las piernas.Un traumatismo encefálico, producto de una atroz colisión craneal al tirarse de cabeza en la piscina vacía de nuestro barrio, le ocasionó una severa y cruel tartamudez.
Recuerdo con pesadumbre como se dedicaba a la mendicidad y a los pequeños hurtos. Me viene a mi torpe memoria como los desalmados vecinos del barrio le lanzaban migajas de pan mientras murmuraban santiguándose. Rememoro con tristeza como probaba fortuna con su cabra famélica sobre una escalera de hierro mientras ponía en marcha un organillo eléctrico que vomitaba una taciturna canción. Recuerdo con amargura como algún buen samaritano, de noble corazón, le hacía entrega de un cartón de leche que no era para él sino para el escuálido artiodáctilo. Amedrentaba, robaba y maleaba por las calles. Usurpar era su manera de gritar esperanza.
Perdí el contacto con Evaristo dos lustros atrás.Su perversión y adicción a las mujeres lo llevó a un centro de desintoxicación. El último acaecimiento que tenía de él, era que había probado fortuna en Brasil como copiloto de rallys, con menesteroso éxito.
Ayer Domingo me llamó. Fue una grata e inesperada sorpresa. Nos pusimos al día acerca de nuestras fútiles vidas. Evaristo ejercía la docencia en un suburbio marginal de Río de Janeiro. Impartía clases de punto de cruz a ladronzuelos, traficantes y trileros. Su voz, harto siniestra por el inicuo tartajeo, destilaba preocupación, angustia, congoja. Había algo que le atormentaba. Efectivamente. Entre sobrecogedores sollozos, me desveló su impotencia e incapacidad para impedir que sus avispados alumnos copiaran en los exámenes. Estaba sumido en una turbadora depresión. Evaristo requería de mi ayuda, de mi versado consejo. No podía permitir que aquellos bribones martirizaran a mi buen amigo.Nos despedimos, con mi firme promesa de hallar remedio a tan intrincado problema.
Provisto de un estoicismo sin precedentes, calculé complejas formulaciones axiomáticas. Realicé operaciones logarítmicas de muy diversa índole. Omití la cardinalidad de la ecuación cuadrática de tercer grado para hallar la astuta solución que imposibilitaría que los alumnos de Evaristo copiaran en los exámenes.
He aquí mi sagaz conclusión:




4 comentarios :

  1. Porqué el amarillo a la izquierda de mi derecha ?..Porqué el rojo a la derecha de mi izquierda ? Porqué lo veo todo al revés ? ¿ me estaré volviendo daltónico ? salut

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  2. Pero mira que res capullo!!¡¡¡ jajajajajaja

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  3. Si, si sagaz solución Anastasio. Qué grande sos!

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