viernes, 16 de septiembre de 2011

MI AMIGO EL OSO PARDO

Todas las noches tengo el mismo sueño: un gran oso pardo hambriento me viene a visitar  a mi habitación y se queda a los pies de la cama. El oso me mira y me habla con voz de Darth Vader que fuma Ducados, me cuenta cuentos sobre príncipes y princesas  y duendes del amor. Está conmigo varias horas y cuando me duermo el oso pardo desaparece. No le tengo miedo, al contrario, cada día lo quiero más, es el único ser que me visita, que me cuenta fábulas, me anima para que compre un bidón de gasolina y unas cerillas. Me incita para que intente la autofelación sin partirme la crisma. Me alienta para que aplauda al vacío en plena calle para desconcertar a los transeúntes . Me adiestra a decir sí, con voz nasal, sacando los dientes a modo de coneja, a meterme un huevo kinder por el culo. Me amaestra para vestirme de ninja en casa y saltar de mueble en mueble con poses misteriosas. Me instruye a bailar sentado, a  cruzar un paso de cebra y parar a los coches con la mirada.
Es el único que me ayuda con mi soledad e incomprensión. Sus cuentos y consejos me sirven para olvidarme completamente del aislamiento que soporto, ese vacío y ese sentirse abandonado por las personas que más quiero. Suplo el amor que quiero recibir por el de un ser animal que cada día me visita y me cuenta esas parábolas de princesas, príncipes azules, castillos encantados y repugnantes orcos que siempre tienen un final feliz.
Hoy me desperté sobresaltado, sudando y con el pulso latiéndome desorbitadamente. Llevaba un rato haciendo esfuerzos sobrehumanos por despertarme y huir de lo que estaba soñando. Deseaba tranquilizarme un poco, y no se me ocurrió otra forma de hacerlo que no fuese masturbándome. Lo hice tres veces. Estaba deprimido. Necesitaba hablar con el oso pardo, aquel animal que tanto cariño me daba por las noches. Me levanté de la cama y caminé hacia el comedor. Me quedé un  momento observándolo como si lo viera por primera vez. El llanto de un niño se filtró por las paredes, martilleando mi cabeza. El aire estaba impregnado de un fuerte olor a sudor. El aparato de aire acondicionado vibraba cavernoso al escupir una floja corriente. De la calle llegaba un apagado ruido de sirenas. El ventanal del fondo daba a un cruce de tráfico denso, con un túnel de lavabo, un burdel y un establecimiento de automóviles de segunda mano. La sordidez general de mi vivienda me producía una lúgubre desesperación, con las alfombras manchadas, mi ficus muerto en un rincón, las paredes como de papel, salpicadas por aceite, y unas vistas que dejaban el ánimo por los suelos. Me sentí un desgraciado. Quería hablar con el oso pardo. Darle de comer. Explicarle como me sentía. Me dirigí a la nevera, la abrí y tras echar un vistazo, me di cuenta que había poco que mirar. Cogí medio tomate y me lo comí de un bocado. El tomate explotó entre mis sarrosos dientes y su jugo me chorreó por la barbilla. Mis dientes anaranjados tenían las caries como garbanzos de Castilla, por lo que no podía comer alimento sólido. Me vestí apresuradamente. La puerta del ascensor se abrió con un chirrido y entré con paso vacilante. Respiré profundamente tratando de controlar los jadeos que me dominaban. Estaba triste, ansioso, deprimido. Las piernas comenzaron a temblarme. La visión se me nubló debido al terror que se había apoderado de mi cuerpo tras la pesadilla. Con un supremo esfuerzo pude controlarme. Pero al salir del ascensor, mi autocontrol se disipó y todo el inenarrable horror que sentía me surgió por la boca en forma de líquido abrasador. Vomité en una pequeña maceta que había en el portal, y todas las regurgitaciones quedaron goteando en las verdes hojas de un geranio.
Con paso dispar, encorvado, parecido al de un primate, mientras mis gastados zapatos chinos de un negro grisáceo, se arrastraban a cada zancada, contoneándose, lastimando mi deforme cuerpo y articulaciones, me dirigí al zoológico. Me topé con riadas de transeúntes que accedían de todas las calles hacia el zoo. Y allí lo encontré. A mi amigo, mi confidente, mi compañero, el oso pardo. Hablamos, charlamos, le expliqué como me sentía. Él como siempre me escuchó, me animó, me dio el cariño que tanto precisaba.




38 comentarios :

  1. Por Dios!!! Brillante. No tengo palabras!!! Que bueno este blog!

    ResponderEliminar
  2. Es el Panda, es el Panda, un osito que aún no anda,,,,,,Genial¡

    ResponderEliminar
  3. ya se ve que son muy amiguitos....tal vez demasiado no. ¿ Qué opina al respeto Jacinta?

    ResponderEliminar
  4. No me extraña que no tenga usted amigos, ¿se ha dado cuenta de lo poco cívico que es?, debe ser el vecino que obliga a los demás a ir por las escaleras cuando se monta en el ascensor.

    Esperemos que el osito no quiera nunca mostrarle cómo hace él las felaciones.

    Y esconda eso en público, con las cosas de comer no se juega.

    ResponderEliminar
  5. Te aplaudo con las orejas. Genial y soez tu post.

    ResponderEliminar
  6. No nos engañe, truhán!
    Ese pene no es suyo. A sus anteriores post me remito.

    ResponderEliminar
  7. Excelen.te este blog. Me he destornillado de risa :D
    Te seguiré leyendo.
    Un abrazo desde Palma de Mallorca!

    ResponderEliminar
  8. Don Anastasio, va mejorando con el photoshop, eh?
    Ja ja ja, suerte que el oso está lejos que si no....

    ResponderEliminar
  9. Está usted loco de remate. Debe soñar cada noche con penes.

    ResponderEliminar
  10. me encanta, sueños eróticos en la infancia con tu peluche, mi peluche era un cría de leona!

    ResponderEliminar
  11. Insigne Anastasio, leyendo esta entrada y echando mano a los conocimientos sobre psicología que adquirí por ciencia infusa usando un libro de Punset como almohada, me he percatado que usted sufrió un trauma severo durante su infancia. El oso a los pies de su cama representa su peludo padre, y las fábulas representan las metáforas que usaba para sodomizarlo, en plan: "Y ahora el principe de corona púrpura entra en tu castillo y lo pinta de blanco por dentro". Espero que se haya liberado usted al conocer esto, y aprovecho la ocasión para dejarle bien de precio una motosierra que tengo, le será muy útil la próxima vez que vaya a cenar a casa de sus padres.

    ResponderEliminar
  12. la hatraccion debe ser mutua jejejee

    ResponderEliminar
  13. Como me he reído. Ja Ja Ja

    Juan C. Fresnadillo.

    ResponderEliminar
  14. Pero si es Wini de Poo!!!!! Que escena más tierna.

    ResponderEliminar
  15. Usted tiene un grave problema psiquiátrico. Es aconsejable se se tome esta noche un botellín de cianuro con Diazepan y mañana como nuevo.

    ResponderEliminar
  16. A mi me pasó lo mismo pero con un macaco.

    ResponderEliminar
  17. Vulgar, ordinario, chabacano, mordaz, simplón pero tremendamente divertido.

    ResponderEliminar
  18. El jodido oso tiene hambre de carne. Vaya con cuidado.
    Te seguiré leyendo.
    Maite Lucas

    ResponderEliminar
  19. Está en caída libre....Que lástima. Es usted un demente ;)

    ResponderEliminar
  20. Que joder.
    Primer blog que es único jaja.
    No más moda...
    Buenas anécdotas.
    :D

    ResponderEliminar

Amable visitante:
Es usted libre de inmortalizar su interesante opinión y/o vilipendiar al autor de este absurdo blog si lo considera oportuno.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...